Él levanta del polvo al pobre y saca del muladar al necesitado; los
hace sentarse con príncipes, con los príncipes de su pueblo. Salmo 113:7-8
¿Alguna vez te
has topado con alguien que todos consideran “una persona difícil”? Quizá se
trate de una persona que no acepta consejos, que siempre está con el ceño
fruncido cuando todos los demás se ríen y que, por lo general, ve tan solo el
lado oscuro de las cosas.
Las personas difíciles
abundan, y la mayoría de ellas declaran que tienen razones válidas para ser
como son. Las encontramos de todas las edades y sexos, incluso de las distintas
clases sociales. Su manera de ser es quizá una “trinchera” para protegerse del
mundo, un mecanismo para ocultar el posible dolor que encierran en su interior
y que no desean mostrar. Por otro lado, muchas son personas que consideran que
se debe luchar con denuedo para alcanzar cualquier meta.
Esas personas
“difíciles” quizá tienen una gran necesidad de ayuda emocional y espiritual y
no se atreven a pedirla. Consideran que, de hacerlo, se mostrarían vulnerables
frente a los demás y perderían su fuerza o prestigio. Es posible que en las
etapas primarias de la vida hayan sido maltratadas física o verbalmente.
Temen actuar
en forma sensible o simpática. Se amilanan ante el rechazo, y quizá por eso
jamás demuestran el amor que Dios puso en ellas.
Su necesidad
más urgente consiste en reconciliarse con Dios, con ellas mismas y con los
demás. De hecho, el Señor podría usarte para que seas un canal por el cual
fluya el perdón a las vidas de esas personas. Acércate a ellas, y ojalá que
puedan sentir a través de ti la caricia de Dios. Recuerda el consejo: “Levanta
del polvo al desvalido y saca del basurero al pobre para sentarlos en medio de
príncipes” (1 Samuel 2:8). Si aceptas ese desafío, serás como la mano de Dios que
se extiende para sanar e impartir una nueva expectativa de vida.
Amiga, hoy
piensa en alguien a quien puedas prestar tu ayuda. Permite asimismo que el
Señor te utilice como un instrumento de sanidad. Al hacerlo, solicita su
dirección para obrar con tacto y con el amor de Cristo. Quizás antes de obrar
debes orar y ayunar por esa persona o personas. Que tu pensamiento sea: “Voy
ahora a levantarme, y pondré a salvo a los oprimidos” (Salmo 12:5).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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