Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley
que mi siervo Moisés te mandó.
No te apartes de ella para nada;
solo así
tendrás éxito dondequiera que vayas
(Josué 1:7).
Muchos creen
que la verdadera grandeza es el producto de una “chispa divina”, es decir, que
ciertas personas nacieron predestinadas a ser grandes. Pensemos, por ejemplo,
en Mozart, quizá el mayor de los genios musicales. Empezó a componer a la edad
de cinco años y desde muy pequeño dio conciertos para la nobleza. También en
Dante, que escribió la Divina comedia, la obra más importante de la literatura
italiana, que consiste en 14.233 versos endecasílabos organizados en tercetos
que riman en el patrón ABA, BCB, CDC, DED, etcétera. O en Albert Einstein, la
imagen del genio puro, que en seis meses, durante 1905, publicó cuatro
artículos científicos que resolvieron igual número de misterios, estableció el
fundamento de la era atómica y cambió para siempre nuestra forma de percibir el
universo. ¿Será que tú y yo, que no tenemos talentos extraordinarios, podemos
soñar con hacer algo portentoso?
La comprensión
del genio y cómo se crea, ha cambiado considerablemente durante los últimos
años. La investigación científica al respecto ha sido condensada en tres libros
de gran interés: The Talent Code [El código del talento] de Daniel Coyle,
Talent is overrated [El talento está sobrevalorado] de Geoff Colvin y Fuera de
serie de Malcolm Gladwell. Básicamente, los autores argumentan que el genio es
el resultado de cuatro factores:
1. Una
habilidad un poco superior a la medía.
2.
Identificación con alguien fuera de serie en el área de habilidad en cuestión.
3. Una
necesidad desesperada de tener éxito.
4. Diez mil
horas de práctica.
Desde este
punto de vista, todos podemos llegar a ser unos “fuera de serie” porque Dios
nos ha dado a cada uno por lo menos un talento. Todos cumplimos entonces con la
condición básica para el éxito. Los otros tres factores dependen de nuestras
propias decisiones.
¿Qué modelo
tomamos para nuestro desarrollo personal? ¿Hasta qué punto estamos motivados
para superarnos? ¿Tenemos la tenacidad necesaria para practicar durante diez
mil horas completas? Solamente tú tienes las respuestas a esas preguntas y, en
ese sentido, solamente tú tienes las llaves de tu propio futuro.
Esos cuatro
factores del éxito son los mismos para tu vida cristiana. Dios nos ha dado a
todos el perdón de los pecados en Cristo. El resto depende de tus propias
decisiones. ¿Tienes el valor y la firmeza para aferrarte a Cristo Jesús como tu
modelo?
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