Nuestra boca se llenó de risas;
nuestra lengua, de canciones jubilosas.
[...]
Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
y eso nos llena de
alegría.
Salmo 126:2-3
La risa es la
ventana por la que permitimos que se asome la alegría. El psicoanalista Sigmund
Freud sostenía que la risa ayudaba a la gente a liberar la energía negativa. En
forma parecida, en la antigua China, muchos se reunían en templos para celebrar
sesiones de risoterapia con el fin de equilibrar su salud. Se asegura que una
carcajada de alegría libera hormonas asociadas al placer, algo que estimula un
estado de bienestar general.
La mejor manera
de lidiar con las tensiones y el estrés consiste en adornar nuestra vida con
chispazos de una alegría expresada mediante la risa. El buen humor puede actuar
de igual manera como un amortiguador frente a los golpes que recibimos en el
diario vivir. Por supuesto, no me refiero a la risa relacionada a las burlas o
a la ironía. Esa es una risa con la que muchos intentan disfrazar su estado de
ánimo. Tampoco tomemos en cuenta aquella que nos provocan los chistes malsanos,
o cuando nos reímos al ridiculizar a otros.
La risa de
Sara, cuando escuchó al ángel anunciar el nacimiento de su hijo Isaac, al
parecer no fue motivada por la alegría, sino más bien una reacción vinculada a
la incredulidad, ya que ella se consideraba demasiado entrada en años para que
la promesa se cumpliera. Sara exclamó: “¿Acaso voy a tener este placer, ahora
que ya estoy consumida y mi esposo es tan viejo?” (Génesis 18:12).
La risa que
proviene de un gozo genuino no solo provee bienestar físico y emocional, sino
que también constituye una alabanza al Señor, una señal de que agradecemos
todas las bendiciones que él nos prodiga. Declaramos nuestra gratitud por la
gracia y misericordia con que nos rodea a través de sus hermosas promesas.
Esa risa es lo
mismo que experimentar el gozo del Señor, y constituye además una demostración
de la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones. Sentir el gozo del
Señor no es una experiencia esporádica; es un estado continuo de bienestar que
rodea a las hijas de Dios.
Los rostros
sombríos y mustios apagan la luz de la felicidad y esparcen tinieblas a su
alrededor. Hoy es un buen día para reír, para que nuestro rostro se vea hermoso
con una sonrisa. Para mostrar al mundo el gozo anticipado que nos espera en el
Reino de los cielos.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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