Lugar: California, EE.UU.
Palabra de Dios: Salmo 8:3-9
Mientras
trabajaba en el Observatorio del Monte Wilson, en California, Edwin Hubble a
menudo miraba el cielo nocturno, a través telescopio gigante. ¡Todo era tan
fascinante! Podía ver la luna, los planetas y sus satélites, y cientos y
cientos de estrellas; más de las que podría contar alguna vez.
Pero ¿qué eran
esos puntos borrosos de luz? ¿Eran grupos de estrellas?
Nadie parecía
saber qué eran o cuán distantes estaban. Edwin decidió investigar. Mientras
estudiaba los grupos de luz, se dio cuenta de que eran galaxias muy lejanas.
Trabajó
calculando la distancia entre la Tierra y las diferentes galaxias.
Las galaxias
estaban lejos, muy lejos. Por ejemplo, la nebulosa Andrómeda estaba a
novecientos mil años luz de la Tierra. La vastedad del universo lo asombraba.
Era mucho más grande que la Vía Láctea, en la
cual vivimos.
Cuando tengas
oportunidad, sal afuera una noche, y mira el cielo.
Aun sin
telescopio, se ve asombroso. Dios hizo todo esto. Él lo diseñó perfectamente.
Él es el Creador de todo el universo y, sin embargo, se interesa en ti y en mí.
Esto es lo que
el salmista dijo: “Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: ¿Qué es el hombre, para que en él
pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?’ Pues lo hiciste
poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra; lo entronizaste
sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio: todas las ovejas,
todos los bueyes, todos los animales del campo, las aves del cielo, los peces
del mar, y todo lo que surca los senderos del mar" (Salmo 8, NVI).
Oh Señor,
soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!
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