Sálvame, Dios mío, que las aguas ya me llegan al cuello. Me estoy
hundiendo en una ciénaga profunda,
y no tengo dónde apoyar el pie.
Estoy en
medio de profundas aguas,
y me arrastra la corriente.
(Salmo 69:1,2).
El 26 de
diciembre de 2004 un tremendo tsunami devastó las costas de catorce países en
el océano Índico. El detonador fue un movimiento sísmico que tuvo su epicentro
a ciento sesenta kilómetros de la isla Simeulue, al oeste de Sumatra, donde una
falla en la placa tectónica ubicada a treinta kilómetros de profundidad se
hundió más de veinte metros, lo que produjo un sismo de magnitud de entre 9,1 y
9,3 grados en la escala Richter.
El sismo
produjo una ola de treinta metros de altura que mató aproximadamente a
doscientas treinta mil personas en los diversos países. ¿Te imaginas cómo
podrías huir de una ola de ese tamaño?
Muchas veces
las pruebas que enfrentamos son como tsunamis que golpean nuestra vida. Por
ejemplo, una enfermedad devastadora que arrasa con tus finanzas y de todas
maneras tus seres queridos no tienen perspectivas de salvarse; o un vicio que
no puedes controlar; el deseo imperioso y urgente de hacer algo que sabes a la
larga te perjudicará pero no lo puedes evitar. Es como sentir que te hundes, te
ahogas poco a poco.
Si lees los
Salmos, te darás cuenta de que las muchas aguas, o las aguas profundas, son
símbolos de los enemigos del justo. Si lees el Salmo 69 verás claramente que
las aguas profundas se refieren a los adversarios del salmista, que quieren
tragárselo vivo. La misma idea puedes encontrarla en el Salmo 144 y en otros
salmos.
La Biblia dice
algo más de las aguas profundas o el mar. Dios es más poderoso que el mar y
gobierna sobre él. Job 38:8 dice que el Señor lo encerró con puertas. En el
Salmo 74:13 se dice que Dios divide el mar con su poder y Job 9:8 e Isaías
43:16 dicen que Dios abre camino en el mar y anda sobre él. Mi texto preferido
al respecto es Salmo 77:16, que describe cómo el mar tiembla de miedo cuando
Dios se acerca. Sí, nuestro Dios es todopoderoso.
Lo demostró en
la salida de Egipto cuando abrió el mar para que pasara su pueblo.
La promesa de
Dios es grandiosa. Él quiere abrir las aguas que amenazan tu vida para que
obtengas la victoria. ¿Se lo permitirás hoy?
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