miércoles, 20 de noviembre de 2013

CAMINAR SOBRE EL MAR

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“¡Es un fantasma!’, gritaron de miedo. 
Pero Jesús les dijo en seguida: “¡Cálmense! 
Soy yo. No tengan miedo” 
(Mateo 14:26, 27).

Una de las experiencias más conmovedoras de mi vida fue navegar en el Mar de Galilea.

Fue especialmente conmovedora para mí porque el lago no es muy grande, y no existe duda de que Cristo caminó sobre el agua en ese lugar cuando estuvo en la tierra.

Ayer te comentaba que el mar era considerado como un símbolo del mal y del caos que amenazan la vida del ser humano. Representan aquellas fuerzas que nos superan y no podemos controlar. Pero Dios las domina. La Biblia cuenta que en una ocasión los discípulos navegaban en el Mar de Galilea cuando los sorprendió una tormenta. Ellos lucharon toda la noche pero no pudieron acercarse a su destino y temieron hundirse en las turbulentas aguas. Pero Jesús no los olvidó. Marcos 6:48 dice que mientras oraba en el monte, Jesús los vio remar con fatiga y decidió ir caminando sobre el mar para ayudarlos.

Este acto de Jesús fue muy significativo. Solamente Dios puede caminar sobre el mar. El Antiguo Testamento menciona constantemente que el Señor camina sobre el mar (Job 9:8; Salmo 77:19; Isaías 43:16; 51:10). Pero Jesús es el que camina sobre el mar en el Nuevo Testamento porque él es Dios, es el Señor del Antiguo Testamento. Por eso dice la Biblia que cuando Jesús subió a la barca lo adoraron (Mateo 14:33).

Según Elena de White, la tempestad que se desató esa noche fue de tal magnitud que los cansados discípulos “se dieron por perdidos”. Lo que ellos no sabían era que “Jesús no los había olvidado. El que velaba en la orilla vio a aquellos hombres que llenos de temor luchaban con la tempestad. Ni por un momento perdió de vista a sus discípulos [...]. Como una madre vigila con tierno amor a su hijo, el compasivo Maestro vigilaba a sus discípulos” (El Deseado de todas las gentes, pp. 343,344).

Nuestro Salvador tiene poder para calmar las tempestades que ahora azotan nuestra vida, y también para dominar aquellas circunstancias que a nosotros nos parecen insuperables.

Puede dominar nuestro temperamento irrefrenable, nuestros pensamientos y aun nuestras emociones. Permite al Señor que controle tu vida y él te ayudará a cultivar lo mejor de ti

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