Grabada te llevo en las palmas de mis manos;
tus muros siempre los
tengo presentes
(Isaías 49:16).
El texto
de hoy contiene una de las ilustraciones más claras de la profundidad y la
perdurabilidad del amor de Dios. Es imposible que él olvide las promesas que
hizo a sus siervos, pues los tiene esculpidos en la palma de la mano. Según el
Comentario bíblico adventista: “Las huellas de los clavos en las manos de
Cristo serán por los siglos sin fin de la eternidad un recordatorio permanente
de su amor por los pecadores”.
En esta
ilustración también puede verse un insondable amor. El presentador de noticias
Paul Harvey contó una interesante historia del cuidado de Dios sobre miles de
prisioneros aliados durante la Segunda Guerra Mundial, muchos de los cuales
eran cristianos. Uno de los bombarderos estadounidenses salió de la isla de
Guam hacia Kokura, Japón, con una carga mortal. Como las nubes cubrían el área
del objetivo enemigo, el B-29 voló en círculos durante casi una hora hasta que
la reserva de combustible descendió a un nivel peligroso.
El capitán y
su tribulación, frustrados, porque estaban directamente sobre su blanco
principal pero sin poder cumplir su misión, finalmente decidieron que sería
mejor dirigirse hacia un blanco secundario.
Así fue, se
dio la orden: “Suelten las bombas”, y el B-29 regresó a su base. Más tarde, un
oficial recibió una noticia sorprendente: una semana antes de la misión de
bombardeo, los japoneses habían transferido una de sus mayores concentraciones
de prisioneros estadounidenses a la ciudad de Kokura. Al saber esto, el oficial
exclamó: “¡Gracias a Dios por esa nube protectora! Si la ciudad no hubiera
estado escondida habría sido destruida, y miles de prisioneros estadounidenses
habrían muerto”.
Dios está
entre bambalinas y dirige todas las escenas en las que participa. Tenemos que
aprender esto y dejar que actúe. Él ha dicho que su amor por nosotros supera al
amor de una madre por sus hijos. Sabemos lo que son capaces de hacer las osas
cuando alguien toca a sus oseznos. Es extraño que dudemos de ese amor. Naturalmente,
una madre no deja voluntariamente que su hijo sufra. Pues Dios tampoco
contempla tranquilo el sufrimiento de sus hijos. Pero así como una madre no
puede evitar a sus hijos todos los sufrimientos, el Señor tampoco. Al igual que
cualquier madre, sufre con sus hijos cuando en su sabiduría decide no librarlos
del sufrimiento. Confía hoy en el amor inmensurable de Dios, que tiene tu
nombre esculpido en la palma de la mano.
Lecturas
Devocionales para Jóvenes 2013
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Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez
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