Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y
la tierra fue alumbrada con su gloria. Apocalipsis 18:1.
Ante nosotros
vemos una obra especial por hacer. Ahora hemos de orar como nunca antes por la
conducción del Espíritu Santo. Busquemos al Señor de todo corazón, de manera
que lo podamos encontrar. Hemos recibido la luz de los mensajes de los tres
ángeles; y ahora necesitamos adelantarnos al frente decididamente, y ponernos
de parte de la verdad…
El
conocimiento salvífico de Dios cumplirá su función purificadora en la mente y
el corazón de cada creyente. La Palabra declara: “Esparciré sobre vosotros agua
limpia, y seréis limpiados” (Ezequiel 36:25)… Este es el descenso del Espíritu
Santo, enviado por Dios para ejercer su oficio. La casa de Israel ha de ser
imbuida con el Espíritu Santo, y bautizada con la gracia de la salvación.
En medio de
los clamores confusos de “¡Aquí está Cristo! ¡He aquí el Cristo!”, se dará un
testimonio especial, un mensaje especial de verdad apropiado para este tiempo;
un mensaje que ha de ser recibido, creído y aplicado… La verdad eterna de la
Palabra de Dios se alzará libre de todo error seductor y de interpretaciones
espiritistas; libre de toda representación halagüeña, dibujada caprichosamente.
Se animará al pueblo de Dios a prestar atención a falsedades; pero la verdad se
alzará vestida en sus ropas hermosas y puras. No debe degradarse la Palabra,
preciosa por su influencia santa y elevadora, al nivel de las cosas comunes y
ordinarias. Siempre debe permanecer libre de la contaminación de falacias, por
las cuales Satanás busca engañar, si fuere posible, a los escogidos.
La
proclamación del evangelio es el único medio en el que Dios puede emplear a los
seres humanos como sus instrumentos para la salvación de las almas.
A medida que
los hombres, las mujeres y los niños proclaman el evangelio, el Señor abrirá
los ojos de los ciegos para que vean sus estatutos, y escribirá su Ley en los
corazones de los penitentes sinceros. El vivificante Espíritu de Dios, obrando
por medio de agentes humanos, lleva a los creyentes a ser de una mente, un
alma; unidos en el amor a Dios y en la observancia de sus Mandamientos,
preparándose aquí, abajo, para la traslación…
La obra de
proclamar el evangelio de Cristo ha de ser hecha eficiente por la obra del
Espíritu Santo. Que ningún creyente, en el día del juicio y la prueba, escuche
las tramas del enemigo. La Palabra viva es la espada del Espíritu. Desde el
cielo se enviarán clemencias y castigos. Tanto en las clemencias como en los
castigos se revelará la obra de providencia – Review and Herald, 13 de
octubre de 1904.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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