Con respecto a la vida que antes llevaban,
se les enseñó que debían
quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los
deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente;
y ponerse el ropaje
de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad
(Efesios 4:22-24).
¿Podían los
profetas mayas realmente predecir el futuro? Un análisis cuidadoso revela que,
realmente, no.
Los mayas
consideraban que el tiempo era cíclico y que cada era tenía su propio carácter
y personalidad. Por eso, cada una tenía su propio ídolo, su propio sacerdote y
sus propias profecías. El carácter y las profecías de cada una determinaban
acontecimientos pasados. Las profecías consistían sencillamente en una
reflexión sobre la historia. Esto quiere decir que en gran medida los mayas
pensaban que los hechos de las eras pasadas se repetían cíclicamente en las
subsiguientes.
Uno de los
textos mayas más importante que nos queda es el Chilam Balam, que lleva el
nombre de un famoso profeta. Este compendio de escritos describe la historia de
las eras pasadas. Es muy interesante destacar que de las eras antiguas, 8 Ahau,
la era de la profecía de 1697, describe grandes cambios y destrucción. De
acuerdo con el Chilam Balam, Chichón Itzá, que hoy es un famoso sitio
arqueológico de Yucatán, México, fue abandonada en la era 8 Ahau. De la misma
manera, cuando el ciclo se cumple trece eras después (alrededor de 256 años),
los itzajes vuelven a abandonar sus ciudades y se establecen en Chakán Putúm.
Un ciclo
después, los itzajes la abandonaron. Todos estos abandonos sucedieron en la era
8 Ahau. Una cita del Chilam Balam es muy significativa en este sentido:
“Este [el 8 Ahau] era siempre el katún [la era] cuando los itzajes iban debajo
de los árboles, debajo de los arbustos, debajo de las enredaderas, para su
desgracia”.
¿Te das
cuenta? Los mayas eran prisioneros de su historia. No es que las profecías
mayas predijeran acontecimientos del futuro al que los mayas no podían escapar,
sino que eran una repetición del pasado que ellos estaban condenados a repetir.
Muchas veces
Satanás utiliza esta estrategia con bastante éxito para nuestra perdición.
A menudo nos
dejamos convencer de que si nuestra familia ha creído algo siempre, o ha tenido
ciertas prácticas, entonces nosotros estamos obligados a hacer lo mismo. ¿Quién
ha determinado que así sea? Otras veces pensamos que nuestros errores pasados
tienen que determinar nuestro futuro. ¿Por qué? Dios compró tu vida en la cruz
con su sangre para darte el derecho a escoger tu propio futuro. Que nadie te
convenza de lo contrario.
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