Porque si, cuando éramos enemigos de Dios,
fuimos reconciliados con él
mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido
reconciliados, seremos salvados por su vida!
(Romanos 5:10).
Julius Robert
Oppenheimer fue uno de esos personajes que demostraron talento extraordinario
desde que eran muy jóvenes. Estudió química y física desde pequeño. Además,
durante la infancia llevó a cabo experimentos en el laboratorio. Era también un
apasionado coleccionista de rocas e inició un diálogo por correspondencia con
los geólogos locales al respecto de ciertas observaciones que había hecho de
diferentes formaciones rocosas de Central Park, en la ciudad de Nueva York. Los
geólogos quedaron tan impresionados que lo invitaron a dar una conferencia ante
la Sociedad de Mineralogía de Nueva York, sin saber que tenía solo doce años.
Cuando se dispuso a exponer la presentación tuvieron que conseguir un cajón de
madera sobre el que se pudiera subir para alcanzar el atril.
Sin embargo,
Robert Oppenheimer luchaba con problemas de depresión. Después de graduarse de
la Universidad de Harvard, estudió física teórica en la Universidad de
Cambridge con Patrick Blackett, quien había ganado el Premio Nobel de Física.
Blackett insistía en que Oppenheimer pusiera atención a las minucias de la
física experimental, cosa que odiaba.
Esto hizo que
Oppenheimer se abatiera emocionalmente cada vez más, hasta que llegó el momento
en que trató de envenenar a su maestro con una mezcla de sustancias químicas
del laboratorio. Por fortuna, Blackett se dio cuenta de que algo andaba mal e
informó a las autoridades universitarias. Oppenheimer fue llamado a comparecer
ante la junta disciplinaria de la universidad por intento de homicidio. Lo más
sorprendente es que la Universidad de Cambridge, después de discutir el asunto,
decidió no expulsarlo, sino ponerlo a prueba y exigirle que tuviera sesiones
regulares con un famoso psicólogo de Londres.
¿Te lo
imaginas? La universidad decidió perdonar y ayudar a una persona que había
intentado asesinar a uno de sus profesores más importantes. Dios hizo algo más
sorprendente todavía. Cuando la humanidad se rebeló contra él en el jardín del
Edén, Dios decidió no exterminarla.
En cambio,
envió a su Hijo amado para morir por nosotros y salvarnos. ¿Por qué? Cambridge
ayudó a Oppenheimer porque sabía que en el futuro haría brillantes
contribuciones al conocimiento. Dios lo hizo por amor. Nos amó aunque éramos
sus enemigos.
Aquellos que
han entendido el amor del Señor le entregan sus vidas y viven para él, pero no
para recompensar su bondad, sino porque lo aman.
Hay muchas
razones por las cuales Dios quiere salvarnos. La principal es porque nos ama.
¿Vas a corresponder tú a ese inmenso amor?
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