Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.
Juan 14:6.
Juan 14:6.
Si las
iglesias establecidas en nuestro mundo siguieran a Cristo, orarían como Cristo
oraba, y se vería el resultado de sus oraciones en la conversión de las almas;
porque cuando se abre la comunicación entre las almas y Dios, se derrama una
influencia divina sobre el mundo. Cuando los miembros de la iglesia moran en
Cristo, entregan un testimonio efectivo en su vida. Cumplen las palabras de
Cristo, “me seréis testigos” (Hechos 1:8). Por su influencia cotidiana, por
precepto y ejemplo, dicen: “Venid”. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo” (Juan 1:29)…
Jesús es la
fuente del conocimiento, la tesorería de la verdad, y él anhelaba abrir ante
sus discípulos tesoros de valor infinito para que ellos, a su vez, los pudieran
abrir ante otros. Pero por causa de su ceguera, no podía revelarles los misterios
del Reino del cielo. Les dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora
no las podéis sobrellevar” (Juan 16:12). La mente de los discípulos había sido
influenciada en gran medida por las tradiciones y las máximas de los fariseos,
quienes colocaban los Mandamientos de Dios al mismo nivel que sus propias
invenciones y doctrinas. Los escribas y los fariseos no recibieron o enseñaron
las Escrituras en su pureza original, sino que interpretaron el lenguaje de la
Biblia de tal manera que expresara opiniones y preceptos que Dios nunca había
dado. Daban una interpretación mística a los escritos del Antiguo Testamento, y
confundían aquello que el Dios infinito había hecho claro y sencillo.
Estos hombres
aprendidos colocaban ante el pueblo sus propias ideas, y responsabilizaban a
los patriarcas y los profetas de cosas que ellos nunca expresaron.
Estos maestros
falsos enterraban las prendas preciosas de la verdad bajo la escoria de sus
propias interpretaciones y máximas, y ocultaban las especificaciones más claras
de la profecía acerca de Cristo…
Cuando el
Autor de la verdad vino a nuestro mundo y fue el intérprete vivo de sus propias
leyes, las Escrituras se abrieron ante sus oidores como una nueva revelación;
porque enseñaba como quien tenía autoridad, como uno que sabía de qué hablaba.
La mente de la gente fue confundida con falsas enseñanzas hasta el punto que no
podían captar plenamente el significado de la verdad divina, y aun así se
sentían atraídos hacia el gran Maestro y decían: “¡Jamás hombre alguno ha
hablado como este hombre!” (Juan 7:46) - Signs of the Times, 11 de septiembre de
1893
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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