Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de
Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de
su Padre escrito en la frente. Apocalípsis 14:1.
Habrá de salir
un decreto que dictará que todos los que no reciban la marca de la bestia no
puedan comprar ni vender, y finalmente sean matados.
Pero los
santos de Dios no recibirán esta marca. El profeta de Patmos contempló a los
que habían obtenido la victoria sobre la bestia y sobre su imagen, sobre su
marca y el número de su nombre, de pie sobre el mar de cristal, con las arpas
de Dios y cantando el himno de Moisés y del Cordero.
La prueba
reveladora vendrá a toda alma: ¿Obedeceré a Dios antes que a los hombres? La
hora decisiva está a las puertas. Satanás está ejerciendo un esfuerzo supremo,
en la furia de una última lucha desesperada contra Cristo y sus seguidores. Los
falsos maestros están empleando todo artificio posible para estimular al pecador
empedernido en su rebelde atrevimiento, para confirmar a los inquisitivos, los
dudosos, los incrédulos, y si fuere posible, para engañar por medio de
tergiversaciones y falsedades a los mismos escogidos. ¿Quiénes están preparados
para colocarse firmemente bajo el estandarte en que está inscrito: “Los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús”? Cristo nunca compró paz y amistad por
medio de transigencias con el mal.
Aunque su
corazón rebosaba de amor hacia la raza humana, no podía consentir sus pecados.
Debido a que amaba a los hombres y a las mujeres, reprobaba severamente sus
vicios. Su vida de sufrimiento, la humillación a la que fue sometido por una
nación perversa, muestran a sus seguidores que no deben sacrificarse los
principios. El pueblo probado de Dios debe mantenerse en guardia, con oración
ferviente para que, en sus ansias por prevenir la discordia, no vayan a rendir
la verdad y deshonren así al Dios de la verdad. Obtener la paz por medio de
concesiones pequeñas a las agencias de Satanás, es pagar un precio demasiado
caro. La menor renuncia a los principios nos enreda en la trampa del enemigo.
Pablo escribe
a los romanos: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con
todos los hombres” (Romanos 12:18). Pero existe una línea que no puede cruzarse
con la intención de mantener la unión y la armonía, sin sacrificar los
principios. Entonces la separación se convierte en un deber absoluto.
Deben
respetarse las leyes de las naciones cuando no entran en conflicto con las
leyes de Dios. Pero, cuando hay un choque entre ambas, todo discípulo verdadero
de Cristo dirá como el apóstol Pedro cuando se le exigió que no hablara más en
el nombre de Jesús: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”
(Hechos 5:29) - Signs of the Times, 8 de noviembre de 1899.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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