Lugar: Michigan, EE.UU.
Palabra de Dios:
Proverbios 17:20
Me daba cuenta, por la mirada en
el rostro del señor Bowman, que no estaba feliz.
-Me gustaría que vuelvas a
estudiar esta canción la próxima semana -me dijo.
Yo sabía que estaba en problemas.
Cuando mi mamá se enterara, me haría practicar en el violín más que nunca.
Decidí tomar el camino fácil. Cuando mi mamá me preguntó si me habían cambiado
la lección, le respondí:
-Sí, por supuesto.
Era solo una pequeña mentirita
blanca; nadie se enteraría.
Al día siguiente, abrí mi libro
de violín Suzuki en la lección número diez, y comencé a practicar. Pero, antes
de llegar al final del primer pentagrama, me di cuenta de que mi mamá me iba a
preguntar por qué todavía estaba practicando la lección de la semana anterior.
Rápidamente di vuelta la página, y ataqué la nueva canción.
Para el final de la semana, tenía
lista la canción número once.
El único problema era que el
señor Bowman no quería escuchar la canción número once; quería que yo tocara la
número diez. Y, como no la había tocado durante toda la semana, mi clase fue un
completo desastre. Pero, esta vez controlé la situación.
-Claro que la pasé -dije a mi
mamá, con una sonrisa.
Así que, toda la semana practiqué
la canción número doce, en lugar de la número diez. Una mentira llevó a otra, y
pronto estaba practicando una canción nueva cada semana, mientras que mis
clases de violín iban de mal en peor.
Todo terminó cuando mi mamá
decidió acompañarme a la clase de violín, para escucharme tocar. Y, aunque no
me gustó el sentimiento de ser atrapada en mis mentiras, me sentí aliviada de
que mi montaña de mentiras se hubiera venido estrepitosamente abajo. Aprendí,
de la manera difícil, que “el de lengua engañosa caerá en desgracia”. ¿Lo
mejor?: simplemente, decir la verdad.
Lecturas Devocionales para Menores 2013
En algún lugar del Mundo
Por Helen Lee
Robinson
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