Dispónganse a adquirir inteligencia. Yo les brindo buenas enseñanzas,
así que no abandonen mi instrucción.
Proverbios 4:1-2
Muchas de
nuestras abuelas jamás soñaron con adquirir una educación universitaria, o
incluso secundaria. Para las que vivieron en aquellos tiempos, la preparación
práctica tenía más valor que la intelectual, y era dentro del hogar donde se
obtenía toda enseñanza. Ahora la tendencia es a la inversa. Muchas mujeres
desdeñan la educación práctica que se adquiere en casa a fin de conceder más
importancia a la educación intelectual que se recibe en colegios superiores y
universidades. Nos hemos institucionalizado.
Aspirar a una
educación superior es un derecho legítimo de toda mujer. Claro, hay que
entender que dicha educación no se recibe únicamente en la universidad, sino
también en el cumplimiento de los deberes ordinarios de la vida. Por esta
razón, las madres deberían preparar a sus hijas en el arte de dirigir un hogar,
así como ayudarlas a que encuentren placer en la realización de las tareas
caseras.
La vida, al
igual que el aprendizaje, es un todo, es la suma de todas las partes.
Es el deber de
toda madre inducir a sus hijas a que desarrollen al máximo esas mismas dotes.
Por otro lado, hacen bien aquellas que aspiran a una educación universitaria,
pues la misma les permitirá desenvolverse con propiedad y solidez cuando
lleguen a la madurez y se encuentren al frente de sus familias y de una
sociedad que les exigirá desempeñar funciones en extremo activas.
La educación
“superior” no depende de la cantidad de títulos académicos que posea una mujer,
sino que se hace patente en una sabiduría de índole práctica que le permita
vivir exitosamente. En la Palabra de Dios encontramos la siguiente
amonestación: “Si tu oído inclinas hacia la sabiduría y de corazón te entregas
a la inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la
buscas como a la plata, como a un tesoro escondido, entonces comprenderás el
temor del Señor y hallarás el
conocimiento de Dios. Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia
brotan de sus labios” (Proverbios. 2:2-6).
Querida amiga
que eres madre, inculquemos en nuestras hijas el aprecio por las labores del
hogar, y al mismo tiempo brindémosles oportunidades para que desarrollen sus
dones y capacidades intelectuales. Así honrarán a Dios, quien se las concedió.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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