¿Acaso creen que me complace la muerte del malvado
¿No quiero más bien
que abandone su mala conducta y que viva? Yo, el Señor, lo afirmo.
Ezequiel
18:23).
El 29 de
agosto de 2005, el huracán Katrina azotó las costas de Luisiana y Texas en los
Estados Unidos y causó la muerte de por lo menos 1.836 personas. Fue el
desastre natural más costoso y uno de los más mortales en la historia de ese
país. Sin embargo, el dolor que causó ese huracán fue más allá de la
devastación económica y de infraestructura. Se inundó el 80% de la ciudad de
Nueva Orleans. Una gran cantidad de personas fue incapaz de abandonar la ciudad
porque no tenía los medios necesarios. Las cadenas de televisión mostraron
personas que morían por falta de atención médica y cadáveres que flotaban en el
agua mientras las autoridades no encontraban cómo hacer llegar la ayuda.
El 20 de marzo
de 2006, Jon Meacham de la revista Newsweek entrevistó a Billy Graham en Nueva
Orleans. El título de la entrevista fue: “Dios, Satanás y Katrina”. En la misma
le preguntó: “¿Qué les dice usted a las personas que preguntan cómo pudo un
Dios de amor permitir que esto sucediera?” Graham respondió con suma
honestidad: “No lo sé. Y no hay manera de que pueda saberlo”. Después mencionó
que la avaricia del hombre, su egoísmo y su orgullo hacen que las tragedias
naturales sean más dolorosas y que, en muchas otras ocasiones, causan tragedias
peores, como las guerras. Por otro lado, también mencionó que Dios ha mostrado
su amor por el hombre en la cruz y pronto vendrá para poner fin al sufrimiento.
Hay quienes
piensan que las catástrofes naturales son castigos divinos por el pecado.
La Biblia
afirma lo contrario. No suceden más catástrofes porque, por su misericordia,
Dios retiene los “vientos de destrucción” para que las personas puedan aceptar
su mensaje de amor (lee Apocalípsis 7:1-3). El pecado de la humanidad será castigado
en el lago de fuego al final de la historia (Apocalípsis 20:11-15), pero no arderá
eternamente, sino que destruirá a los que se aferren al pecado. Dios no quiere
la muerte del impío, desea su salvación (2 Pedro 3:9,10; Romanos 2:4). Antes del
diluvio envió a Noé y este predicó durante ciento veinte años. Antes de la
destrucción de Sodoma y Gomorra, Abraham y Lot testificaron a favor de Dios en
esas ciudades. Así mismo, antes de que venga el fin, el evangelio será
predicado en todo el mundo (Mateo 24:14). Y tú, ¿ya decidiste dejar que Jesús
entre a tu vida?
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