El templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.
1 Corintios 3:17.
La iglesia en
la tierra es el templo de Dios, y ha de tomar proporciones divinas delante del
mundo. Este edificio debe ser la luz del mundo. Debe estar compuesto por
piedras vivas puestas estrechamente juntas, encajadas unas en otras con el fin
de formar un edificio sólido. Todas estas piedras no tienen la misma forma ni
dimensión. Algunas son grandes y otras son pequeñas, pero cada una tiene su
propio lugar que llenar. En todo el edificio no debe haber ni una sola piedra
mal adaptada. Cada una es perfecta. Y cada piedra es una piedra viva; una
piedra que arroja luz. El valor de las piedras está determinado por la luz que
reflejan sobre el mundo.
Ahora es el
tiempo en que deben sacarse las piedras de la cantera del mundo para llevarlas
al taller de Dios, con el fin de que sean cortadas, escuadradas y pulidas hasta
que brillen. Este es el propósito de Dios, y él desea que todos los que
profesan creer la verdad ocupen sus lugares respectivos en la obra grandiosa y
admirable para este tiempo…
El designio
divino es que su iglesia siempre avance en pureza y conocimiento, de luz a luz,
de gloria a gloria… Su iglesia es el escenario de la vida santa, llena de dones
variados y dotada del Espíritu Santo. El Cielo asigna a la iglesia sobre la
tierra deberes apropiados, y los miembros han de encontrar su felicidad en la
felicidad de las personas a quienes ayudan y bendicen.
A lo largo de
las épocas de oscuridad moral, a lo largo de siglos de luchas y persecución, la
iglesia de Cristo ha sido una ciudad situada sobre un monte.
En todas las
épocas, a lo largo de generaciones sucesivas hasta el presente, las doctrinas
puras de la Biblia se han revelado dentro de sus confines. La iglesia de
Cristo, por debilitada y defectuosa que parezca, es el único objeto sobre la
tierra al cual él confiere en un sentido especial su amor y cuidado. La iglesia
es el teatro de su gracia, en el cual él se deleita en efectuar experimentos de
misericordia en los corazones humanos.
La iglesia es
la fortaleza de Dios, su ciudad de refugio que él defiende en un mundo en
rebelión. Cualquier abuso de su confianza sagrada es una traición contra Aquel
que la ha comprado con la sangre preciosa de su Hijo unigénito.
En el pasado,
almas fieles han constituido la iglesia sobre la tierra, y Dios los ha tomado
en una relación de pacto consigo mismo, uniendo a la iglesia en la tierra con
la iglesia en el cielo. Ha enviado a sus santos ángeles a ministrar a su
iglesia, y las puertas del infierno no han podido prevalecer contra ella
- Review and Herald, 4 de diciembre de 1900; también se encuentra en En los
lugares celestiales, p. 281.
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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