He aquí, yo estoy a la puerta y llamo. Apocalipsis 3:20.
El tiempo en
que vivimos está lleno de la importancia más solemne. No hay nada que pueda ser
más aceptable a Dios que hacer que los jóvenes dediquen su vida a su servicio
en la flor y la frescura de sus años. Sus talentos pueden llegar a ser una
potencia para Dios cuando son cultivados apropiadamente. Su carácter puede ser
un carácter aceptable al cielo, pero deben ser moldeados línea tras línea y
precepto tras precepto. Deben ser modelados según el patrón divino…
En la obra de
salvar almas, hemos de saber de qué hablamos. Las palabras de Juan están llenas
de significado, cuando él dice: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos”
(1 Juan 1:3)…
Cuando su alma
es el templo del Espíritu del Salvador que mora en usted, los elementos toscos
de su naturaleza serán consumidos, y el ser entero será infundido de un
propósito vivo. Quienquiera que sea verdaderamente de Cristo tendrá una
experiencia como la de Daniel, y los frutos del Espíritu aparecerán en la vida.
Hay facultades en nosotros que han sido paralizadas por el pecado, que
necesitan la influencia vivificante de la gracia de Cristo para ser
restauradas.
Un poder
tremendo de parte del Dador de la vida debe revivirlas y despertarlas a la
acción. Cuando esta es su experiencia, usted puede obrar según el ejemplo dado
por Jesús. Se reflejarán la luz y el amor divinos sobre los que se sienten
enfermos del alma y del cuerpo. Jesús se presenta a sí mismo a su alma: “He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalípsis 3:20). ¿No abriremos la
puerta de nuestro corazón al Invitado divino?
Quienes se
dedican a la obra de Dios deben ser puros de corazón y circunspectos en su
conducta. Las almas del pueblo de Dios no deben ser como un desierto desolado,
como son muchas almas en nuestros días. Dios ha dado a todos alguna destreza
con el propósito de que sea utilizada en su servicio, y su plan es que se la
emplee para su gloria y el bien de los demás. Muchos pierden mucho, simplemente
porque no están dispuestos a aprender en la escuela de Cristo. Pueden ganar un
tesoro eterno, pero al apartarse del divino Maestro sus conciencias son
violadas y cauterizadas, y las amonestaciones de la Palabra de Dios pierden
todo el poder que tienen para sacudir su corazón. Pero no hay necesidad de
cometer tal error. Cristo entrará en el corazón y morará allí, si usted limpia
el templo del alma de toda contaminación - Signs of the Times, 30 de noviembre
de 1888.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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