El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora. De día el
sol no te hará daño, ni la luna de noche. El Señor te protegerá; de todo mal
protegerá tu vida. El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora
y para siempre.
Salmo 121:5-8
Conozco
a una pediatra que durante sus años de estudiante tenía que hacer guardia en la
sala de recién nacidos de un hospital. Cuando me relató su experiencia, pensé
que aquel había sido un trabajo dedicado y de gran importancia, ya que en
algunos casos la vida de aquellos bebés dependía de ella. Cualquier descuido
podía ser fatal para los niños. Cada cierto tiempo, ella debía acudir ante la
cuna de cada niño para tomar nota de los parámetros de respiración, color de la
piel, y posibles cambios, así como de cualquier otro dato significativo.
Aquella pediatra lo era todo para los pequeñitos, que ni siquiera se daban
cuenta de que habían llegado al mundo como seres desvalidos e indefensos.
La función de
Dios en nuestra vida es parecida. Él desea cuidarnos de los peligros que nos
amenazan, protegernos del mal, y velar para que no seamos vencidas por el
pecado que nos acecha. Se preocupa para que nuestras necesidades sean
satisfechas. Asimismo, como un Padre amante, anhela abrazarnos y consolarnos
cuando somos afectadas por el dolor. “Jamás duerme ni se adormece el que cuida
de Israel” (Salmo 121:4).
Con esta
seguridad podemos acercarnos a él sabiendo que no nos rechaza ni nos abandona.
Si permitimos que Dios vele por nosotras, tendremos su apoyo en las
tribulaciones y nos sentiremos a salvo ante la ansiedad y el temor. Podremos
descansar tranquilas, pues él vela por nuestro bienestar. Dios, Jesús y el
Espíritu Santo nos cuidan y al mismo tiempo hacen que los ángeles nos brinden
su protección.
Amiga, hoy
tenemos motivos para enfrentar el día con un ánimo tranquilo y reposado. Tus
hijos, si los tienes, enfrentarán sus propios desafíos. Tu esposo, o quizá tu
padre, saldrán a enfrentar las luchas de la vida. Recuerda que no estamos
solas, que el Dios eterno vela por nosotras en sol o sombra, en luz u
oscuridad, en alegría o tristeza. Guarda esta promesa en tu mente y en tu
corazón, y úsala como un arma de defensa: “Así que no temas, porque yo estoy
contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré;
te sostendré con mi diestra victoriosa” (Isaías 41:10).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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