Efraín se mezcla con las naciones; parece una torta cocida de un solo
lado (Oseas 7:8).
Buen símil,
¿verdad? El profeta, por inspiración divina, compara a Israel (Efraín) con una
torta puesta sobre las brasas, que no se ha volteado y, por lo tanto, se quema
por un lado y queda cruda por el otro. Con eso quería ilustrar la condición
espiritual de Israel como resultado de haberse mezclado con otras naciones. La
torta era una especie de pan delgado que se cocía rápidamente sobre cenizas o
piedras calientes. Pero debía voltearse con rapidez, pues de otro modo se
quemaba de un lado y quedaba cruda por el otro. El Comentario bíblico
adventista dice: “Esta es una gráfica descripción de inconsecuencia e
inconstancia espirituales. Los israelitas declaraban que eran adoradores [del
Señor], pero estaban entregados a la idolatría de los paganos”.
Esto me
recuerda a la pareja que buscaba una alfombra y aprendió que hay dos métodos
para darle color: el método del “rábano” y el de la “remolacha”. En el método
del rábano la alfombra se teje con hilos de un color neutro que luego se tiñe.
El resultado es una alfombra que se parece a un rábano: rojo en la superficie y
blanco en su núcleo. Las alfombras tejidas con el método de la remolacha están
formadas con fibras saturadas de un color específico.
No necesitan
teñirse y se parecen a la raíz que les da el nombre, la remolacha, rojas por
fuera y por dentro. El método del rábano es efectivo, pero estas alfombras
pierden su color más rápidamente que las tejidas con el método de la remolacha,
en que el color es parte de las fibras, en vez de aplicarse en la superficie.
La pareja eligió la alfombra “remolacha” y años más tarde se alegraron por su
durabilidad.
Aunque la
ilustración a veces parece un poco ofensiva, existen cristianos que parecen
tortas sin voltear. Por supuesto, no tenemos derecho a calificar la experiencia
de un cristiano y clasificarlo como “alfombra rábano”, roja por fuera y blanca
por dentro; o “alfombra remolacha”, roja por dentro y por fuera. Lo que sí
podemos, y es nuestro deber hacer, es analizarnos a nosotros mismos y
asegurarnos de que nuestra experiencia no sugiera alguna de estas
ilustraciones. Ser cristianos consecuentes, no decir una cosa y hacer otra.
Para que un
cristiano pueda librarse del peligro de una experiencia como la que describió
el profeta Oseas, con frecuencia, tiene que hacer un alto en el camino de la
vida cristiana para analizarse y reconocer con honestidad su verdadera
condición. ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste?
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