sábado, 9 de noviembre de 2013

EL CASCO IRIS

Portada Menores

Lugar: Maryland, EE.UU.

Palabra de Dios: Juan 12:46

-¿Crees que nuestros bomberos tienen cascos IRIS? –preguntó Cory a su hermano Brock.

Los dos hermanos acababan de mirar un programa de televisión acerca de tres chicos que habían muerto en un incendio. El humo había sido tan denso que los bomberos no pudieron verlos.

El programa mencionaba un casco especial para bomberos, que podría haber salvado a los niños. El casco tiene un visor con un aparato llamado Sistema Infrarrojo de Imágenes (IRIS, por sus siglas en inglés), que es sensible a los rayos infrarrojos del calor corporal. Aunque los bomberos no pudieran ver mucho por el humo o por la oscuridad, igualmente podrían encontrar a la gente usando el casco IRIS.

-Pienso que cada departamento de bomberos debería tener por lo menos uno -señaló Brock-, ¡Ah, tengo una idea! Si nuestros bomberos no lo tienen, comprémosles uno.

Los dos chicos pronto descubrieron que el casco IRIS no era barato.

Esa era la razón por la cual los bomberos de su ciudad no tenían uno: no podían pagarlo. Pero, Cory y Brock no se desanimaron.

-Podemos pedir a otra gente que ayude -dijo Cory.

Así, comenzaron un proyecto de recaudación de fondos, llamado “Proyecto Visión Rescate”.

Los dos chicos trabajaron mucho. Crearon unos volantes y repartieron miles. También, visitaron comercios y empresas, y se presentaron en la televisión, pidiendo donaciones. Pronto la gente comenzó a responder. Cory y Brock recaudaron 25 mil dólares para comprar el casco, y otros 10 mil, para comprar otros equipamientos para salvar vidas.

Los dos hermanos sabían lo peligroso que es tropezar en la oscuridad.

Y ocurre lo mismo en nuestro caminar espiritual con Dios.

Afortunadamente, Jesús nos ayuda a ver con claridad. Él dice: ‘Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mí no viva en tinieblas”.

No andes a tientas en la oscuridad. Pon tu confianza en Jesús.

Lecturas Devocionales para Menores 2013
En algún lugar del Mundo
Por Helen Lee Robinson

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