Los que son discípulos de Cristo tomarán el trabajo que él efectuó y lo continuarán en su nombre. No copiarán las palabras, el espíritu ni las prácticas de nadie, sino las suyas. Su vista está fijada en el Capitán de su salvación. La voluntad de Cristo es su ley. Según avanzan, captan vislumbres cada vez más claras de su rostro, su carácter y su gloria. No se aferran del yo, sino de su Palabra, que es espíritu y vida. “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31,32). Aplican el conocimiento de su voluntad a la práctica.
Escuchan y practican las cosas que Jesús enseña.
Hay trabajo en la iglesia para todos los que aman a Dios y guardan sus Mandamientos. Lo que las personas profesan no es evidencia segura de que son cristianas. Las palabras que expresan no ofrecen certeza de que están convertidas.
Escuche las palabras de Cristo: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). A menos que la vida cotidiana se conforme a la voluntad y las obras de Cristo, nadie puede pretender ser un hijo de Dios y heredero del cielo. Hay una religión legal, que los fariseos tenían; pero una religión tal no da al mundo un ejemplo como el de Cristo; no representa el carácter de Cristo. Aquellos en cuyos corazones mora Cristo obrarán las obras de Cristo. Los tales tienen derecho a todas las promesas de su Palabra. Al hacerse uno con Cristo, ejecutan la voluntad de Dios y exhiben los tesoros de su gracia. “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí” (Isaías 58:9). ¡Qué preciosa promesa! “Si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía.
Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan” (vers. 10, 11).
En un contraste marcado con las murmuraciones y las quejas de los impíos, los siervos de Dios cantarán: “Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón” (Salmo 9:1). “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos” (Salmo 138:6). No se permita acariciar ninguna semejanza de orgullo o importancia propia, porque desplazará a Cristo del corazón, y el vacío será llenado con los atributos de Satanás — Review and Herald, 1 de mayo de 1913.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
Por Elena G. de White
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