Pero anhelaban una mejor, esto
es, celestial;
por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios
de ellos;
porque les ha preparado una ciudad.
Hebreos 11:16.
Cuando los
vagones que llevaban a nuestro grupo entraron en la ciudad de Denver, quedamos
fascinados al presenciar una de las hermosas puestas de sol de Colorado. El sol
pasaba detrás de las montañas coronadas de nieve, e iba dejando suaves rayos de
luz dorada que teñían el cielo. Según se profundizaban y se extendían en el
firmamento los colores mezclados con una belleza indescriptible, parecía que
las puertas del cielo se entreabrían, para dejar escapar los destellos de su
gloria. Los tonos dorados eran cada vez más cautivadores, como si invitaran a
nuestra imaginación a representar la mayor gloria que quedaba adentro… Si esto
arroba nuestros sentidos de esta manera, ¿qué sería la plenitud de la gloria en
el cielo mismo?…
El cielo
parecía muy cercano… Cuando dejamos de mirar las deslumbrantes glorias del día
que concluía, no pudimos hacer otra cosa sino reflexionar en que si viéramos más
del cielo por el ojo de la fe, mayor luz, mayor paz y gozo abundarían en el
camino de la vida… Si el ojo de la fe se elevara para mirar a través del velo
del futuro y discerniera las muestras del amor de Dios y la gloria en la vida
prometida más allá, tendríamos una mente más espiritual, y las bellezas y los
gozos del cielo se mezclarían con nuestra vida diaria. Debiéramos estar
preparándonos para el cumplimiento fi el de nuestra obra en esta vida, y para
la vida superior que sigue…
Nuestro Padre
celestial ha colgado glorias en el firmamento con el objetivo de que tengamos
una expresión de su amor en la revelación de sus obras maravillosas.
Dios no desea
que seamos indiferentes a los símbolos de las glorias de su poder infinito en
los cielos. David se deleitó al ponderar estas glorias. Compuso salmos que los
cantores hebreos interpretaban para alabar a Dios.
“Los cielos
cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos… En
ellos puso tabernáculo para el sol; y éste, como esposo que sale de su tálamo,
se alegra cual gigante para correr el camino” (Salmo 19:1, 4, 5)…
Todas las
facultades de nuestro ser, cada recurso de nuestra existencia y felicidad,
todas las bendiciones del cálido sol y las lluvias refrescantes que hacen
crecer la vegetación, cada comodidad y toda bendición de esta vida, provienen
de Dios. Él envía lluvia sobre los justos y los injustos. Los tesoros del cielo
se derraman sobre todos –NSigns of the Times, 12 de diciembre de 1878.
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
No hay comentarios.:
Publicar un comentario