No tengas miedo de lo que
estás por sufrir. Te advierto que a algunos de ustedes el diablo los meterá en
la cárcel para ponerlos a prueba, y sufrirán persecución durante diez días. Sé
fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida (Apocalipsis 2:10).
Dios aconseja constantemente que no temamos
por nada. Su consejo es oportuno porque, al parecer, el temor es una emoción
natural del ser humano. De hecho, es posible morir literalmente de miedo.
Durante el terremoto del 17 de enero de 1994 en Los Ángeles, Estados Unidos,
más de cien californianos prácticamente murieron de miedo, según afirma Robert
Kloner, cardiólogo del Hospital El Buen Samaritano.
La investigación de Kloner ha demostrado que
el miedo puede ocasionar un paro cardíaco.
En muchos casos el cerebro libera una mezcla
de sustancias tan poderosas, que hacen que el corazón se contraiga con mucha
fuerza y no se vuelve a relajar.
En un estudio realizado en Cleveland se
investigaron las causas de muertes violentas de quince víctimas mortales de
asalto, aun cuando sus asaltantes no las hirieran con tanta gravedad como para
lesionar sus órganos internos. Charles Hirsch, médico funcionario de la ciudad
de Nueva York, determinó que, probablemente, debido a un susto mortal, se
habían desgarrado fibras y producido lesiones en once de los quince casos.
El neurólogo Martin A. Samuels del Instituto
Médico de Harvard, que ha hecho investigaciones en este campo, cuenta que su
gato encontró a un ratón de campo. Solamente puso su garra sobre la cola al
ratón, y lo sacudió un poco. A los veinte minutos el ratón moría a pesar de no
tener heridas graves. Samuels dice: “Es común que en estos casos los animales
caigan muertos”.
El miedo es igualmente peligroso para el ser
humano. Experimentar un gran susto puede volver diabética a una persona en un
instante. Quizá seamos muy frágiles, o acaso el temor es peligroso de manera
natural y afecta nuestra integridad física y mental.
Pero una cosa es cierta: Dios ha prometido
libertarnos del temor. Su consejo de hoy es claro: “No tengas miedo de lo que
estás por sufrir”. Seguramente impedirá que se cumplan en nosotros los efectos
naturales, no importa lo fuerte que sea el impacto del temor. Qué bueno es
saber que sus promesas son específicas: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a
quién temeré?” (Sal. 27:1). Si eres algo aprensivo, pide a Dios que te libere
del temor.
MEDITACIONES MATINALES JÓVENES 2013
¿SABÍAS QUE…?
Por:
Félix H. Cortez
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