Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones,
súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y
por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una
vida piadosa y digna (1 Timoteo 2:1,2).
La
vida nos somete a grandes aflicciones, pero Dios ha provisto un remedio para
aliviar la tensión que nos producen. Esto queda ilustrado con la experiencia de
Leonard Mulcahy.
Trabajaba
en el Centro de Rehabilitación Psiquiátrica de la Universidad de Boston, en
Massachusetts, e impartía cursos de aptitud física, bienestar y recuperación.
En un artículo publicado en Psychiatric Rehabilitation Journal habló de los
días felices de su niñez y de su cariñosa familia. Decía que estaba mentalmente
sano, practicaba deporte y tenía muy buenas relaciones con sus amigos y
familiares.
Pero
mientras estudiaba en la universidad comenzó a experimentar síntomas de
depresión.
Pasó
por momentos depresivos, soledad, ideas suicidas y hasta paranoia. Pero la
oración fue el punto de apoyo de su vida. Al contar su historia dijo: “Dediqué
mucho tiempo a orar [...]. Oré por la gente que tenía necesidades y por
personas que estaban en la calle sin hogar. La oración fue la salvación de mi
vida y me ayudó a encontrar un lugar para mí en este mundo”.
Cuando
los síntomas de la depresión comenzaron a aparecer, Leonard dijo a su terapeuta
que estaba demasiado enfermo para orar. Pero ella lo animó a orar de todas
maneras y alimentar su vida espiritual. Leonard trabajó como voluntario en un
comedor de beneficencia y participó regularmente en círculos de oración.
Concluye su testimonio diciendo: “A lo largo de mi experiencia, con muchas
pruebas y tribulaciones, la oración me sostuvo avanzando por el camino correcto
de la integridad espiritual en lugar de la autodestrucción y la muerte [...].
La oración me permitió estar plenamente vivo y espiritualmente despierto, y eso
fue lo principal”.
La
antigua enfermedad del dolor y la tristeza humana se ha actualizado. Ahora se
llama “depresión” porque ha adquirido nuevas manifestaciones físicas y
espirituales. Pero Dios tiene el mismo remedio que siempre ha prescrito para
esta enfermedad: la ayuda divina que podemos obtener por medio de la oración.
¿Qué esperas? Abre un espacio de tu tiempo y ten un encuentro con Dios.
Necesitas convivir más con tu Padre celestial y conocerlo.
Eso
puede provocar un gran cambio en tu vida.
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