sábado, 14 de septiembre de 2013

DESCUBRE LA DICHA DE SER TOLERANTE


Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4: 31-32

La intolerancia genera conflictos en las relaciones personales. Consiste en la dificultad que muchas personas tienen para aceptar las opiniones, actitudes y comportamientos de los demás, al percibir que son diferentes a los propios. Ser intolerante va en contra de lo que la Palabra del Señor dice, cómo señaló el apóstol Pablo: «Les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz» (Efesios 4: 1-3).

Durante su ministerio terrenal, Jesús demostró la tolerancia que cada hijo de Dios debe tener. Aunque nunca condescendió ni disculpó el pecado, pudo sentarse a la mesa con recaudadores de impuestos, permitió que una mujer pecadora lavara sus pies, y simpatizó con la naturaleza de los niños cuando pidió a sus discípulos que lo dejaran acercarse a él.

La tolerancia surge de un corazón humilde y convertido gracias al amor de Dios. La tolerancia es la capacidad que tenemos de ser sensibles a las necesidades de los demás, y respetuosas de sus opiniones, aunque no estén de acuerdo con las nuestras. El consejo del apóstol Pablo al respecto es: «Corno escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto» (Colosenses 3: 12-14).

La convivencia diaria con nuestra familia, con nuestros compañeros de trabajo, con amigos, con jefes y vecinos, nos exige cieno grado de tolerancia. En ocasiones incluso somos intolerantes con nosotras mismas. Nuestro amor propio está deteriorado, y eso nos impide aceptamos y aceptar a los demás como somos.

Amiga, ¿cómo está la relación con tu esposo, tus hijos, tus amigas? ¿Tienes dificultades para relacionarte con ellos? Si es así, arrodíllate humildemente ante el Señor y pídele que sane la parte enferma de tu alma, y que te dé la capacidad de aceptar a los demás tal como son.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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