Va no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús
pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del
pecado y de la muerte.
(Romanos 8:1, 2).
Algunos
piensan que Jesucristo es algo así como el director de un sistema muy eficiente
de administración del pecado localizado en el santuario celestial. A través de
la confesión los cristianos depositan diariamente los pecados que cometen en el
contenedor celestial. Después de esto, Cristo aplica su sangre en nuestro favor
por medio de nuestra fe. La sangre de Jesús funciona, entonces, como un
poderoso limpiador capaz de arrasar con cualquier tipo de basura moral y nos
deja completamente limpios.
¡La
realidad es que Jesús es mucho más que eso! La eliminación de los residuos es
imperativa para la supervivencia del ser humano. Los gobiernos gastan grandes
cantidades de dinero para recolectar, transportar, procesar y reciclar o
enterrar la basura porque entienden que es crucial para la conservación del
medio ambiente y la salud de sus ciudadanos.
Dios
también entendió desde el principio que el pecado destruye la vida. Por eso,
antes de crear el universo, diseñó un plan para eliminar el pecado para
siempre, si este llegaba a existir (1 Pedro 1:20). Esto es lo que llamamos
el plan de salvación y las tres Personas de la Trinidad se involucraron
plenamente en él.
A
Dios, sin embargo, no le interesa únicamente recolectar nuestra basura moral.
No está satisfecho con ser el vehículo que viene cada día para llevarse la
basura de nuestros pecados. Dios quiere erradicar el pecado mismo. Esta es la
razón por la cual el ministerio de Cristo Jesús en el Santuario celestial no
solamente proporciona perdón por los pecados, sino también poder para vivir una
vida nueva, una vida potenciada por el Espíritu Santo.
Este
es el propósito de su gobierno.
El
propósito del ministerio de Cristo en el Santuario celestial es asegurar que
recibamos los beneficios de su sacrificio en favor nuestro. Este propósito se
cumple únicamente cuando, después de haber sido perdonados por los pecados
cometidos, también somos librados de nuestra esclavitud del pecado. La
entronización de Jesús a la diestra del Padre garantiza esta libertad. Cristo
está en el santuario celestial, esperando que le demos la oportunidad de
libertarnos del pecado y su dominio. Nadie sabe cuánto tiempo más esperará.
¿Por
qué no pides a Jesús que inicie en ti esa liberación hoy mismo?
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