¿Cómo, pues, haría yo este
grande mal, y pecaría contra Dios? Génesis 39:9.
Cuando vino la prueba, cuando la mujer
ejerció sus artificios para conducirlo a la iniquidad, José preservó su
integridad. Ni las palabras agradables ni las ofertas engañosas causaron que se
apartara ni un ápice de lo correcto. Todo cayó en oídos sordos. La Ley de Dios
estaba apertrechada su corazón. Le dijo a la atrevida hechicera: “¿Cómo, pues,
haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?”
La mujer finalmente fracasó en su intento de
hacer pecar a José. Satanás fue derrotado. Y entonces José advirtió que los
labios que podían alabarlo también podían mentir. La esposa de Potifar buscó
venganza, al acusarlo. Por causa de no querer pecar contra alguien que había
confiado en él, se vio privado del honor que había ganado merecidamente por la
gracia de Dios, y que lo había llevado a relacionarse con los grandes hombres
de Egipto.
Esta humillación súbita desde la posición de
un siervo digno de confianza y de honores a la de un criminal sentenciado lo
habría abrumado, si no hubiera sido por la mano de Dios que lo sostuvo. Pero su
confianza en Dios era inamovible. El amor a Dios mantuvo su alma en una paz
perfecta. El cielo estaba muy cerca del fértil valle de Egipto, porque allí
había un joven que guardaba los caminos del Señor. La presencia de Jesús estuvo
con él en la prisión, instruyéndolo, fortaleciéndolo y sosteniendo su mente y
su alma, para que la luz del cielo refulgiera.
José había sido probado por el afecto y la
preferencia de su padre; por la enemistad, la envidia y el odio de sus hermanos;
por la estima y la confianza de su amo, y por su elevada responsabilidad. Fue
probado por la seducción de los encantos femeninos, por la adulación de sus
labios y su amor ilícito. Pero la pureza firme de José no le permitió escuchar
la voz del tentador. La Ley de Dios era su deleite, y él no se apartaría de sus
preceptos...
Incluso cuando estaba en prisión, a José se
le permitió cierta libertad, y tuvo la oportunidad de compartir la luz con sus
compañeros de cárcel. La prisión fue para él una escuela... En cada fase de su
administración veía la superioridad de la Ley de Dios, y por su experiencia y
observación estaba aprendiendo a ser justo y misericordioso, representando así
el carácter de Dios.
Habría de colocarse autoridad en las manos
de José y, a través de él, Dios habría de revelarse como el gobernador de los
cielos y la tierra. Pero, habría de aprender en la adversidad: la escuela en la
que Dios ha designado que sus hijos aprendan – Youth’s Instructor, 11 de marzo
de 1897.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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