sábado, 21 de septiembre de 2013

UN DÍA A LA VEZ


El Señor les dijo a Moisés y a Aarón: “Por no haber confiado en mí, ni haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no serán ustedes los que lleven a esta comunidad a la tierra que les he dado” (Números 20:12).

Dios nos pide que perdonemos a otros por el daño que nos han hecho, pero nunca nos ha pedido que lo toleremos todo. Perdonar y tolerar no son lo mismo. Si tú y yo perdonamos, sanaremos de nuestras heridas emocionales y podremos mirar hacia el futuro con la confianza de crecer y prosperar; pero nada de esto podremos garantizar si toleramos el mal.

Lewis B. Smedes cuenta en su libro Perdonar y olvidar la historia del doctor Harry Den Best, cirujano principal del Departamento de Cardiología del prestigioso equipo de cirujanos del Atlantic Medical Center. El programa de residencia en cirugía de ese hospital es el más importante de la costa este de los Estados Unidos y, por lo tanto, extremadamente exigente.

Se toleran pocos errores. Hay uno, sin embargo, que Den Best nunca tolera. Un interno o cirujano residente no puede iniciar un procedimiento sin consultarlo primero con él.

Fred Bush era un médico interno brillante pero muy soberbio. Cierta noche uno de los pacientes en terapia intensiva tuvo una recaída doce horas después de una operación. Había que hacer algo, pero eran las dos de la mañana y Bush sabía que Den Best estaría en la sala de operaciones a las cinco de la mañana, así que decidió proseguir sin su autorización.

Llevó al paciente al quirófano y resolvió brillantemente el asunto. Diez minutos después de que Den Best llegara al hospital esa mañana la carrera de Bush como cirujano terminó abruptamente. Den Best podía estar dispuesto a perdonar personalmente a Bush por su error de juicio, pero no podía tolerar su acción, entre otras cosas, por el bien de otros.

Aunque Dios perdonó a Moisés, no toleró su pecado al golpear la roca. Las acciones y las palabras de Moisés podían hacer creer al pueblo que era su poder, y no el de Dios, el que había hecho salir agua de la roca. Esto habría sido catastrófico para Israel, y el Señor, por amor a su pueblo, no toleró aquella acción. Por más que Moisés rogó. Dios no le permitió entrar a la tierra prometida. Vence hoy la tentación de tomar para ti la gloria que solo pertenece a Dios. No olvides que, de lo contrario, podrías enfrentarte a graves consecuencias eternas para ti y para otros.

MEDITACIONES MATINALES JÓVENES 2013
¿SABÍAS QUE…?
Por: Félix H. Cortez

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