Encomienda al Señor tus afanes, y él te sostendrá; no permitirá que el
justo caiga y quede abatido para siempre. Salmo 55:22
Los
expertos aseguran que el estrés es una enfermedad que tiene que ver con la
manera en que cada quien lleva las cargas propias del diario vivir. Algunos
caen abatidos con la misma carga que otros llevan sin dificultades. Es
innegable que todos llevamos cargas, pero el peso de las mismas y el lugar
donde las depositamos, los determina cada persona.
Muchos
asisten a centros de diversión que se promocionan como una propuesta para
aliviarse de la tensión emocional. Otros se integran a grupos de autoayuda con
el fin de liberarse de las cargas que los agobian. Igualmente, también hay
quienes recurren a medicamentos que prometen aliviar las tensiones. Puede ser
que todos esos métodos tengan su lugar en la vida de los seres humanos, pero
actúan solamente como calmantes temporales de la tensión que padecen.
La
única fuente de alivio para los pesares y cargas de la vida se encuentra en
Dios. En la Sagrada Escritura podemos leer: “Desde el cielo Dios contempla a
los mortales, para ver si hay alguien que sea sensato y busque a Dios” (Salmo 53:2).
Buscar
a Dios y entregarle nuestras cargas, no solamente produce alivio temporal, sino
que renueva las fuerzas para seguir en la lucha por la existencia. El Señor se
ofrece voluntariamente a ayudarnos. Es como si nos dijera: “Si quieres que yo
te ayude, ven y deposita tus cargas a mis pies, y yo me haré cargo de ellas”.
Es
posible que las esposas y las madres no solo tengamos que asumir nuestras
propias cargas, sino estar dispuestas a sobrellevar las de los demás. Los hijos
demandan atención, necesitan cuidados y dirección, y debes estar siempre
dispuesta.
Por
otro lado, debemos brindar apoyo a nuestros esposos que fuera de casa luchan
para traer el sustento familiar. Si no canalizamos todas las tensiones que se
generan, podrían llegar a aplastarnos.
Por
todo esto y mucho más, querida amiga, hoy antes de comenzar los trajines de tu
vida apártate y, en la quietud de la mañana, arrodíllate y deposita a los pies
de Jesús todo peso que te haya estado mortificando. Te aseguro que no solo
tendrás un buen día, sino que también disfrutarás de la compañía de tu amado
Señor.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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