Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros
debemos amarnos los unos a los otros. 1 Juan 4:11
En nuestra
convivencia diaria con los demás seguramente todas nos relacionamos con
varones. Puede tratarse de nuestro padre, esposo, hermano, compañero de
trabajo, jefe o amigo. Sin embargo, por muy acostumbradas que estemos, basadas
en la rutina diaria, a ver el mundo de cierta manera, de vez en cuando nos
asombramos y hemos de reconocer que gran parte de los varones posee una
perspectiva totalmente diferente a nosotras.
Los sexos, y
las características distintivas de cada uno de ellos, son fruto de la creación
de un mismo Dios. Cuando entendamos que los hombres y las mujeres tenemos
necesidades diferentes, la convivencia en cualquier ámbito, será mucho más
grata. Si nos esforzamos en llegar a conocer verdaderamente la naturaleza
masculina, sabremos también que los objetivos de vida, así como los anhelos
personales, de los hombres son diferentes a los nuestros. Un varón se siente
realizado en el liderazgo, le gusta dirigir y espera un reconocimiento especial
por parte de las mujeres con las cuales convive: su madre, su esposa, su
hermana o su prometida.
Sin embargo,
hay un “grupo” singular de mujeres a las que les encanta desafiar a los varones
con quienes conviven. Los critican de manera constante, les dirigen palabras
hirientes al mismo tiempo que menoscaban sus esfuerzos, logros y éxitos.
Una dama que se
siente satisfecha consigo misma, no tiene problemas en ofrecer respeto por sus
ideas y consideración frente a sus debilidades a sus amigos y familiares
varones, así como reconocimiento ante sus éxitos. El resultado de una actitud
de este tipo creará una atmósfera grata dondequiera que estemos.
Si nos toca
relacionarnos con varones difíciles, polémicos o prepotentes, Dios nos dará
sabiduría para no responder de la misma manera. Un esposo difícil de
sobrellevar puede ser cambiado por las oraciones y la actitud de una esposa
pacificadora y abnegada. Un hijo rebelde puede ser sometido con lazos de amor,
nunca por medio de métodos coercitivos, altaneros o prepotentes. Un jefe
iracundo podría calmar su ánimo gracias a una palabra suave o a una actitud
conciliatoria.
Amiga, te
exhorto a que, en este día, tu convivencia con los varones de tu vida sea grata
y agradable delante del Señor. Y si hubiera algún tipo de dificultades,
colócate en el camino correcto y deja que tu amante Salvador te guíe.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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