Y sabrá toda esta congregación
que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y
él os entregará en nuestras manos. 1 Samuel 17:47.
¡Tamaña demostración de valor y de una fe
excelsa de parte de un simple | 1 pastor ante los ejércitos de los israelitas y
los filisteos! Había un timbre de temeridad en su tono, una mirada de triunfo y
regocijo en su hermoso semblante…
Según la rica voz de David pronunciaba las
palabras de confianza y triunfo, la ira de Goliat alcanzó su nivel máximo de
ardor. En su furia, empujó hacia arriba el casco que protegía su frente y
corrió con odio determinado, para ejecutar venganza contra su opositor. El hijo
de Isaí se estaba preparando para su enemigo.
Ambos ejércitos observaban con el mayor
interés. “Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir
al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla
contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una
piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra
quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra” (1 Samuel 17:48,
49).
El asombro se difundió entre las filas de
ambos ejércitos. Habían estado seguros de que David moriría; pero cuando la
piedra fue zumbando por el aire derecho al blanco, vieron cómo el poderoso
guerrero temblaba y movía las manos ante sí como si hubiera quedado ciego
repentinamente. El gigante se meció y se tambaleó, y cayó de bruces al suelo.
David no esperó un instante.
No sabía si había muerto. Se abalanzó sobre
la forma postrada del filisteo, y con dos manos blandió la pesada espada de
Goliat. Un momento antes, el gigante había hecho ademanes con ella ante el
rostro de David, con la jactancia de que quitaría la cabeza del joven de sus
hombros y daría su cuerpo a las aves de los aires. Ahora sirvió para obrar la
voluntad del siervo de Dios. Fue levantada en el aire, y luego la cabeza del
fanfarrón rodó separada del tronco, y un grito de alegría se levantó del
campamento de Israel.
Los filisteos se llenaron de terror. Sabían
que el día representaba una derrota.
En horror y confusión, se batieron en una
retirada irregular… Los hebreos triunfantes… corrieron tras sus enemigos en
retirada, y “siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las
puertas de Ecrón… Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén,
pero las armas de él las puso en su tienda” (1 Samuel 17:52-54) - Signs of the
Times, 10 de agosto de 1888.
MEDITACIONES
MATINALES PARA ADULTOS 2013
DESDE
EL CORAZÓN
Por:
Elena G. de White
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