Vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar
fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos
en todo sentido con su glorioso poder. Colosenses 1:10-11
La
historia de la higuera que fue maldecida porque no daba frutos nos enseña una
enorme lección. “Viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si
hallaba algún fruto. Cuando llegó a ella solo encontró hojas, porque no era
tiempo de higos. ‘¡Nadie vuelva jamás a comer fruto de ti!’, le dijo a la
higuera. [...] Por la mañana, al pasar junto a la higuera, vieron que se había
secado de raíz” (Marcos 11:13-14, 20). Jesús secó la higuera porque no llevaba
frutos. Nada tenía para ofrecer al caminante hambriento.
De
la misma forma Dios ve la clase de frutos que nosotras producimos, tanto buenos
como malos. La advertencia es: “Todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol
malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no
puede dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al
fuego. Así que por sus frutos los conocerán” (Mateo 7:17-20).
Dios
nos insta a que no solamente demos frutos, sino buenos frutos. Puede ser que
muchas de nosotras produzcamos frutos, pero no estemos honrando a Dios con
ellos. Podríamos ser mujeres brillantes ante el mundo, y que sin embargo,
únicamente proyectemos sombras y oscuridad en nuestros hogares. La permanencia
en Cristo es la propuesta divina para todo aquel que desea dar buenos frutos:
“Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él,
dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. El que no
permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se
arrojan al fuego y se queman” (Juan 15:5- 6).
Hermana,
la calidad de nuestros frutos está garantizada si permanecemos unidas a Cristo.
¿Y cómo haremos para permanecer unidas a él en un mundo tan hostil como el
nuestro? Pide a Dios que haga de ti una roca de apoyo, y que no te deje ser una
piedra de tropiezo para quienes te encuentres en tu camino. Regala amor y
aprecio a los que han perdido la capacidad de sentir cariño, y alberga un
espíritu de consolación por todo doliente. Entonces darás frutos de olor y
sabor gratos para el Señor y para el prójimo.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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