Dichoso aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el
Señor su Dios, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo cuanto hay
en ellos, y que siempre mantiene la verdad. Salmo 146:5
Dios
nos ha creado con necesidades especiales y nos ha rodeado de personas que nos
ayudan a satisfacer dichas necesidades. Cuando hablamos de “dependencia”,
muchas nos ponemos a la defensiva. Consideramos que “depender” es señal de
debilidad. Nos cuesta admitir que dependemos de los demás, y asimismo que
dependemos de Dios.
La
ley de la reciprocidad dice que los seres humanos nos necesitamos unos a otros;
y más aún: que todos necesitamos a Dios. Quien no entienda eso vivirá en la
soledad y en el aislamiento. No hemos sido creadas para eso. Para gozar de una
vida emocional saludable es vital encontrar una mano amiga, un oído atento y
una voz que nos consuele. Nunca digamos “Yo puedo sola” porque es mucho mejor
decir: “Lo haré con la ayuda de Dios y de mi prójimo”.
No
es lo mismo autonomía que autosuficiencia. La autonomía es la capacidad de
hacerse uno cargo de sí mismo y de tomar decisiones asertivas. Sin embargo, la
autosuficiencia, sentirse que uno puede con todo, nos lleva en ocasiones a
menospreciar la ayuda de los demás e incluso a creer que no necesitamos a Dios.
Cuando eso sucede, nos subimos al pedestal de la soberbia y nos entregamos al
aislamiento.
Durante
los días previos a su crucifixión, cuando el dolor y la agonía hacían presa del
ánimo de Jesucristo, él buscó la compañía de sus discípulos. “Fueron a un lugar
llamado Getsemaní, y Jesús les dijo a sus discípulos: ‘Siéntense aquí mientras
yo oro’. Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a sentir temor y
tristeza” (Marcos 14:32-33). El Maestro necesitaba la oración y el consuelo de
sus discípulos, que eran también sus hermanos.
Amiga,
establece una red de apoyo con tu familia y tus amigos. No será difícil
reconocer que los necesitas, y tu inteligencia espiritual debe hacerte
considerar que, sin la ayuda de Dios, todos tus intentos se quedarán únicamente
en eso, intentos.
Ofrécete
generosamente para formar parte de una red de apoyo para los demás, pues ellos
necesitan lo que tú tienes.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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