Háganlo todo sin quejas ni
contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio
de una generación torcida y depravada. Filipenses 2:14-15
La Biblia compara a las mujeres quejumbrosas
con las “goteras constantes”. Parece ser que muchas mujeres hoy están dentro de
dicha categoría. Quejarse es la incapacidad que tenemos para sumar las
bendiciones y restar los momentos poco gratos.
Las mujeres quejumbrosas escogen caminar en
la oscuridad, aunque frente a ellas haya un camino de luz. Se quejan del
trabajo, del esposo, de los hijos, de la casa en que viven, de las personas que
las rodean, en fin, tienen una actitud negativa la mayor parte del tiempo.
Además, muchas de ellas contagian a otras personas de su mismo espíritu.
Si tú, querida amiga, te encuentras sin
darte cuenta en dicha condición, te invito a meditar en las palabras del
apóstol Pablo: “He aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que
me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la
abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias”
(Filipenses 4:11-13). Estar satisfechas de la vida y con la vida no es una respuesta
a las circunstancias externas, sino que se desprende de nuestra vida interior y
de nuestra relación con Dios.
La “insatisfacción crónica” es una conducta
que podemos sencillamente desarraigar de nuestra vida ejerciendo dominio propio
y mediante la ayuda de Dios.
Acostumbrémonos a ser agradecidas con la
vida por el sencillo hecho de que la tenemos. Nadie desea perder su vida, pero
muchos la disfrutan tan solo para despreciarla.
¡Esto no debe ser así! Las pequeñas y las
grandes cosas que nos ocurren a diario van formando cadenas de gozo o de
amargura; depende de la actitud de cada persona. Nosotras, las hijas de Dios,
tenemos razones más que suficientes para sobreponernos a las situaciones
adversas, apoyadas por las múltiples bendiciones que recibimos del Señor.
• Alégrate por la familia que tienes.
Alégrate cuando tus hijos tengan buena salud.
• Disfruta el pan y el agua que hay sobre tu
mesa.
• Agradece por la casa en que vives. Lo que
la hace valiosa son los que habitan en ella.
• Y por último, ¡alaba a Dios porque te
escogió para que seas su hija!
LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER
ALIENTO PARA CADA DÍA
Por
Erna Alvarado
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