Y añadió el filisteo: Hoy yo
he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. 1
Samuel 17:10.
Durante cuarenta días, el ejército de Israel
había temblado ante el altivo desafío de Goliat, el gigante filisteo. Sus
corazones desfallecían al mirar su enorme forma, de seis codos y medio, diez
pies y medio [cerca de 3,2 metros].
Llevaba en la cabeza un casco de bronce;
vestía una cota de malla que pesaba cinco mil siclos o unas 157 libras [70 kg];
y tenía grebas de bronce sobre sus piernas. La coraza estaba hecha de placas de
bronce que se superponían como las escamas de un pescado, y estaban tan unidas que
ningún dardo o flecha podía penetrar la armadura…
Durante cuarenta días, de mañana y de tarde,
Goliat se había acercado al campamento de Israel para decir a gran voz: “¿Para
qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los
siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él
pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si
yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos
serviréis… Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y
tuvieron gran miedo” (1 Sam. 17:8, 9, 11). Nadie se atrevió a enfrentarse a
este fanfarrón hasta que David, lleno de indignación por las orgullosas
palabras del idólatra, se ofreció a Saúl como uno dispuesto a pelear por la
gloria de Dios y el honor de Israel.
Saúl decidió permitir que el pastor se
aventurara, pero tenía pocas esperanzas de que David tuviera éxito en su
valiente empresa. Se dio la orden de vestir al joven con la armadura del propio
rey. Se colocó un pesado casco de bronce sobre su cabeza, y se puso una cota de
malla sobre su cuerpo, a la vez que se lo ciñó con la espada del monarca.
Equipado así, comenzó su camino; pero pronto se dio vuelta y comenzó a desandar
lo andado… El primer pensamiento en la mente de los ansiosos espectadores era
que David había decidido no arriesgar su vida en un encuentro con un
antagonista tan desigual. Pero este no era ni por lejos el pensamiento del
valiente joven.
Cuando regresó ante Saúl, le pidió permiso
para quitarse la pesada armadura, y le dijo: “Yo no puedo andar con esto,
porque nunca lo practiqué” (vers. 39)…
¡Tamaña demostración de valor y de una fe
excelsa de parte de un simple pastor, ante los ejércitos de los israelitas y
los filisteos! - Signs of the Times, 10 de agosto de 1888.
MEDITACIONES
MATINALES PARA ADULTOS 2013
DESDE
EL CORAZÓN
Por:
Elena G. de White
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