Después se levantó y fue tras
Elías, y le servía. 1 Reyes 19:21.
Durante los tres años y medio de sequía y
hambruna, la familia de Safat se había familiarizado con la obra y la misión de
Elías, el profeta, y el Espíritu de Dios impresionó el corazón de Eliseo acerca
de lo que significaba el acto del profeta (al colocar el manto sobre él). Esta
era la señal de que Dios lo llamaba a ser el sucesor de Elías. Se apresuró tras
el profeta y, adelantándose, le pidió permiso para dejar a sus padres y
despedirse de su familia.
La respuesta de Elías fue: “Ve, vuelve; ¿qué
te he hecho yo?” Esto no era un reproche, sino una prueba. Si el corazón de
Eliseo se aferraba de su hogar y de sus ventajas, tenía el derecho de quedarse
donde estaba. Pero Eliseo estaba preparado para escuchar el llamamiento de
Dios...
Si Eliseo le hubiera preguntado a Elías qué
se esperaba de él, cuál iba a ser su trabajo, se le habría contestado: Dios lo
sabe; él te lo hará saber. Si confías en el Señor, él responderá a cada una de
tus preguntas. Puedes acompañarme, si tienes evidencias de que Dios te ha
llamado; si no es así, abstente. No vengas simplemente porque te he llamado.
Confirma por ti mismo que Dios está a tus espaldas y que es su voz la que
escuchas. Si puedes contar todo por basura para ganar a Cristo, ven.
El llamado de Elías a Eliseo fue similar a
la comisión que Cristo dio al joven rico. Al joven rico se le pidió que lo
dejara todo: casas, tierras, amigos, riquezas, y que siguiera a Jesús. Pero con
el llamamiento de Cristo viene la pregunta: ¿Estamos listos para avanzar?
¿Estamos dispuestos? Como Moisés, ¿consideraremos el pedido de Cristo más
valioso que los tesoros de Egipto?
El Señor no aceptará un servicio a medias.
Solo quienes aman la voluntad de Dios pueden ofrecer un servicio perfecto... Si
proseguimos a conocer al Señor gustosa y alegremente, entenderemos que “como el
alba está dispuesta su salida” (Oseas 6:3). Si hemos decidido obedecer a Cristo,
debemos responder a su llamado: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese
a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24)...
La obra de Dios es un todo perfecto... y es
importante que el obrero por Cristo lleve a su Maestro consigo en cada área de
su labor. Todo lo que se hace debe hacerse con tal exactitud y esmero que
resista la inspección. Debe ponerse el corazón en la tarea – Youth’s
Instructor, 21 de abril de 1898.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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