Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo
íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que
tiene mucho valor delante de Dios. 1 Pedro 3:4
Dios
nos hace un llamado a la prudencia, a la castidad y a la pureza. Estas virtudes
harán de nosotras mujeres bellas, no solamente por dentro, sino también
externamente. Cuando Dios, por medio del apóstol Pedro, dijo: “Que la belleza
de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados
ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos” (1 Pedro 3:3), no lo dijo porque le
desagradara el arreglo personal externo de las mujeres, sino que concedía mayor
importancia al atavío interno, que se manifiesta en nuestras palabras y
acciones.
Cuando
el atuendo interno, consistente en virtudes como la bondad, la generosidad, la
pureza o la castidad, forme parte de nuestro estilo de vida, se verá
manifestado incluso en nuestra apariencia personal. Las mujeres virtuosas hemos
de ser pulcras, vestirnos con buen gusto y con sobriedad, pues así nos
reconocerán como representantes de Dios en este planeta.
Es
cuestión de prioridades. Quienes nos concentremos en el atavío externo, en vez
del interno, correremos el peligro de convertirnos en mujeres “huecas”; es
decir, vacías y sin propósitos. Afanadas por las cosas materiales, podemos
perder de vista las celestiales, que son las que darán vigor a nuestra vida
física, emocional y espiritual. Por otro lado, quienes cuidemos el atavío de la
mente y el corazón, veremos asimismo coronada nuestra vida con la belleza
externa.
Dios
desea que seamos hermosas por dentro y también por fuera. Corremos un grave
peligro cuando estimamos la belleza de una mujer únicamente al tomar en cuenta
factores externos. Por ende, alguien que esté adornado en su interior con las
virtudes eternas, tendrá igualmente una apariencia agradable que no pasará
desapercibida.
Amiga,
no juzguemos la belleza sobre la base de la forma o apariencia, sino del fondo
o contenido de nuestras vidas, de manera que cuando la belleza física externa
disminuya, sigamos siendo mujeres bellas en nuestro interior. No rindamos culto
al cuerpo, sino más bien rindamos culto y adoración a Dios por la forma
maravillosa en que nos ha creado.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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