Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado
todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente
(Lucas 1:3).
El
Espíritu Santo dirigió al apóstol Lucas y todos los demás biógrafos de Jesús.
El registro que nos legaron es histórico, fidedigno y confiable. Su historia
asombrosa es realmente producto de su grandeza y un testimonio a la verdad de
su vida.
Pancho
Villa ha ejercido sobre la historia una fascinación difícil de entender.
Rommel, Mao Zedong y el Subcomandante Marcos estudiaron sus métodos de lucha.
Se tomó una fotografía al lado del general George Patton, y el presidente
Roosevelt de Estados Unidos se ocupó personalmente de él. Villa era un hombre
que tenía fama de ebrio, pero nunca bebía. De hecho, fusiló a sus oficiales
borrachos y destruyó las garrafas de aguardiente de las cantinas de todos los
pueblos por donde pasaba. Se sabe que las calles de Ciudad Juárez apestaban a
aguardiente porque Villa mandó vaciar en ellas todo el licor que había en las
cantinas.
Villa
apenas sabía escribir y, sin embargo, cuando fue gobernador de Chihuahua fundó
cincuenta escuelas en un mes. Ha sido el único mexicano que estuvo a punto de
comprar un submarino. Montaba un caballo llamado Siete Leguas, que en realidad
era una yegua.
Villa
era un hombre a quien odiaban tanto, que para matarlo le dispararon ciento
cincuenta tiros al automóvil en que viajaba; tres años después de muerto,
alguien robó la cabeza de su cadáver. Pero casi cíen años después de su muerte,
se lo ama tanto, que cada año la cabalgata de los Dorados de Villa, una
asociación con miles de miembros, invade la ciudad de Parral, Chihuahua, donde
murió. Fue un hombre que logró engañar a sus perseguidores hasta después de
muerto, pues aunque oficialmente se dice que está sepultado en el Monumento a
la Revolución en la Ciudad de México, se cree con mucho apoyo histórico que, en
verdad, sigue enterrado en el panteón de Parral.
Por
supuesto, entre los seres humanos muchas veces la grandeza viene de la fama, lo
cual no es muy confiable. Lo interesante es que parece que nosotros llevamos en
la sangre la necesidad de engrandecer a otros. En realidad, es muy probable que
así nos haya creado Dios. Puso dicha tendencia para que nosotros pudiéramos
honrarlo y glorificarlo. Pero al no hacerlo, corremos el riesgo de canalizar
nuestra alabanza a simples hombres y mujeres. Lo cierto es que no hay hombre en
la historia más grande que Jesús. Solo él merece nuestro reconocimiento.
Lecturas
Devocionales para Jóvenes 2013
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Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez
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