Cuando Jesús nació en Belén de
Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,
diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella
hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
Mateo 2:1, 2.
Mientras los magos estudiaban el firmamento,
apareció una estrella luminosa, enteramente nueva para ellos. Al contemplarla,
se convencieron de que era el heraldo de un gran acontecimiento. Decidieron
investigar el asunto, con la esperanza de que serían recompensados con algún
dato sobre el Mesías prometido. El Señor los animó a seguir adelante; y al
igual que una columna de nubes se movió ante los hijos de Israel en el cruce
del desierto, la estrella guió a los sabios en su camino hacia Jerusalén... Al
entrar en Jerusalén, los magos inquirieron ansiosamente: “¿Dónde está el rey de
los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos
a adorarle”...
Los gobernantes judíos ignoraban la llegada
del Justo, porque no se habían preparado para él... No habían escuchado el
mensaje del ángel: “He aquí os doy nuevas de gran gozo” (Lucas 2:10)...
Los pastores habían dado testimonio sobre la
visita de los ángeles; ahora, unos hombres del Lejano Oriente traían las
nuevas: “Su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”. Hombres
de otra nación y otra fe fueron los primeros en anunciar la venida del
Mesías...
Herodes se sorprendió de que los rabinos
judíos –hombres que se consideraban favorecidos sobre todos los demás–
estuvieran aparentemente inadvertidos, en tanto que los que consideraban
paganos habían recibido una señal del cielo de que el Rey había nacido...
Herodes llamó a los sabios e “indagó de
ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella... Ellos,
habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el
oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba
el niño... Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y
postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro,
incienso y mirra. Pero siendo avisados por revelación en sueños que no
volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino” (Mateo 2:7-12) – Youth’s
Instructor, 19 de octubre de 1899.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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