sábado, 2 de noviembre de 2013

UN PUEBLO PECULIAR

Portada Desde el corazon
Quien se dio a sí mismo por nosotros para… purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Tito 2:14.

El Señor ha separado para sí a los que son piadosos, y ésta consagración a Dios y separación del mundo son presentadas positivamente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Hay un muro de separación que el Señor mismo ha establecido entre las cosas de este mundo y las cosas que ha elegido del mundo y las ha santificado para sí. El llamamiento y el carácter del pueblo de Dios son peculiares. Sus perspectivas son distintivas, y estas peculiaridades los distinguen de todos los pueblos. Todo el pueblo de Dios sobre la tierra es un cuerpo, desde el comienzo hasta el fin del tiempo.

Tienen una Cabeza que dirige y gobierna el mundo. El mismo requerimiento que se aplicaba al antiguo Israel, el de ser separados del mundo, se aplica hoy al pueblo de Dios. La gran Cabeza de la iglesia no ha cambiado. La experiencia de los cristianos en estos días se parece mucho a los viajes del antiguo Israel…

Al leer la Palabra de Dios, se hace claro que el pueblo de Dios es peculiar y distinto del mundo incrédulo que lo rodea. Nuestra posición es interesante y solemne; por vivir en los últimos días, cuán importante es que imitemos el ejemplo de Cristo y andemos como él anduvo…

Los siervos de Cristo no tienen su hogar ni su tesoro aquí. Ojalá que todos ellos pudieran entender que solo porque el Señor reina es que al menos se nos permite morar en paz y seguridad entre nuestros enemigos. No es nuestro privilegio reclamar favores especiales del mundo. Debemos consentir en ser pobres y detestados en este mundo, hasta que se termine la guerra y se gane la victoria. Los miembros de Cristo son llamados a salir y separarse de la amistad y el espíritu del mundo; y su fuerza y poder consiste en el hecho de haber sido escogidos y aceptados por Dios…

Así es que los miembros de Cristo están en el mundo como él lo estuvo.

Son los hijos y las hijas de Dios y coherederos con Cristo; y el reino y el dominio les pertenecen. El mundo no entiende su carácter y su santa vocación. No percibe su adopción en la familia de Dios. Su unión y comunión con el Padre y el Hijo no son manifiestas al mundo, y en vista de su humillación y crítica, no pareciera que son lo que serán. Son extranjeros. El mundo no los conoce ni aprecia los motivos que los mueven - Review and Herald, 5 de julio de 1875.

Tomado de  Meditaciones Matutinas para adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White

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