Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser
caminos de muerte.
Proverbios 14:12
Los
caminos de Dios no son los caminos del hombre. Él los coloca ante nosotros y
nos invita a que transitemos por ellos. Sin embargo, el Señor jamás nos
forzará, obligándonos a que vayamos por donde él nos indica. Ese no es su
estilo, en absoluto.
Cuando
hablamos de los “caminos de Dios”, entendemos que la vida cristiana es un
progreso y un avance constante. Para transitar por sus caminos debemos ir paso
a paso y avanzar en pos de quien los conoce, y que es a la vez quien nos guía.
En la carrera
cristiana no debemos permanecer a la zaga, como personas solitarias y perdidas.
Tampoco hemos de tomar ningún tipo de atajo, creyendo que así llegaremos más
rápido a nuestro destino. Sin embargo, no hemos de desanimarnos, pues contamos
con la guía segura del Espíritu Santo: “Ya sea que te desvíes a la derecha o a
la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: “Este es
el camino; síguelo”” (Isaías30:21).
Los seres
humanos en muchas ocasiones buscan atajos. Por otro lado, Dios no lo hace, ya
que él sabe que cada experiencia es necesaria para un correcto avance hacia la
santificación. Algunos intentan alcanzar el éxito buscando una vía más corta:
compran títulos sin haber estudiado, tratan de obtener dinero sin haber
trabajado, aparentando a la vez ser personas honorables. Pero no podemos
transitar por caminos torcidos. Quizá a diario nos toque decidir entre el mal y
el bien, entre la muerte y la vida. Es posible que algunas religiones,
filosofías y estilos de vida se nos presenten como algo bueno, aceptable y
verdadero; caminos que probablemente estén llenos de distracciones y tropiezos.
Yo sé que en
tu corazón, al igual que en el mío, está arraigado el anhelo de llegar pronto a
nuestro destino final, a la morada de nuestro Padre, a la casa de Dios, el
único que es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6).
Querida amiga,
comparto contigo una hermosa promesa que espero te sea de mucho ánimo para
enfrentar este día y los nuevos retos que en él tendrás que enfrentar: “¿Quién
es la roca, si no nuestro Dios? Es él quien me arma de valor y endereza mi
camino; da a mis pies la ligereza del venado, y me mantiene firme en las
alturas” (Salmo 18:31-33).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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