lunes, 5 de agosto de 2013

LA COSECHA DE LA VIDA


No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
Gálatas 6:7-8

Las leyes de la naturaleza nos dicen que no puede haber una cosecha sin que antes se haya sembrado la semilla. Asimismo, que de acuerdo con lo que se siembra, eso mismo ha de cosecharse. Estas leyes naturales que rigen la vida vegetal podrían igualmente aplicarse a la vida de los seres humanos. En la Biblia leemos: “Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará” (2 Cor. 9:6).

En la cosecha de muchos productos no hay sorpresas. Si la siembra ha sido escasa, la cosecha también lo será; y por el contrario, una siembra abundante dará como resultado una siega abundante; es obvio que los frutos resultantes serán proporcionales a las semillas sembradas.

La cosecha que obtendremos al final de nuestra vida sigue una pauta similar.

Nosotras vamos por la vida, y a nuestro propio paso esparcimos poco a poco semillas.

La calidad de esas semillas depende mucho de nuestra actitud. Si sembramos semillas de alegría, amor y bondad, nuestra cosecha será abundante y alcanzará para saciar el hambre de amor y de alegría de mucha gente.

Dios nos llama a ser sembradoras prudentes y generosas. El corazón y la mente son los mejores terrenos para sembrar, y en dicha tarea recibiremos el auxilio del Espíritu Santo, quien hará que la semilla germine y dé frutos para la eternidad.

Esparce las preciosas semillas dondequiera que te encuentres. Apela al corazón y a la mente de las niñas, de las jovencitas, de las mujeres adultas y de las ancianas; en fin, siembra en todas las personas que te rodean. Siembra las semillas de esperanza y de gozo, y recibirás de vuelta una abundante cosecha que se traducirá en esperanza y alegría para tu vida.

Amiga, mira a tu alrededor. Los campos están listos para la siembra. Escoge como semillas las virtudes del carácter de Cristo, reprodúcelas en tu vida y sal a los campos del mundo a sembrar mientras haya tiempo. Recuerda que pronto el divino Sembrador regresará a segar la cosecha y a repartir a cada quien según la obra que haya realizado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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