El que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió. 1 Juan 2:6
Es
indudable que vivimos en una época de cambios vertiginosos. Los avances
tecnológicos pueden quedar obsoletos de un día para otro. La manera de hacer
las cosas, las corrientes de pensamiento, los valores, las conductas de los
seres humanos, cambian tan rápida y radicalmente que apenas nos dará tiempo a
salir de nuestro asombro. Sin embargo, no olvidemos que esto ya estaba predicho
desde hace siglos: “Muchos andarán de un lado a otro en busca de cualquier
conocimiento” (Daniel 12:4). Saber que tiene que suceder así, nos da confianza
en Dios.
En
este mundo cambiante, las hijas de Dios debemos entender claramente la actitud
que debemos asumir. En primer lugar, no olvidemos que “la hierba se seca y la
flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:24-25).
Apoyadas en dicha premisa, nuestro pie podrá avanzar seguro por la senda
cambiante de la vida. Los principios de Dios son eternos e inmutables y nunca
perderán su vigencia, sin importar el tiempo que nos toque vivir.
La
presión social es a veces muy intensa, y nos exige cambios en nuestra forma de
ser, de hablar, de vestir, de comer, y nos plantea nuevas formas de
comportamiento que muchas veces nos ponen a dudar de los principios cristianos
que rigen nuestra vida. Sin embargo, tampoco debemos permanecer inmutables
frente a los cambios. Hemos de aprender a adaptarnos con sabiduría a las nuevas
circunstancias de nuestra vida sin que eso implique abandonar lo que creemos.
Nuestros
esposos, nuestros hijos y nosotras mismas nos movemos al compás de nuevas
demandas y necesitaremos toda la fuerza del cielo con el fin de poder
enfrentarlas. A nosotras nos corresponde rescatar los valores perdidos y
presentarnos en nuestros hogares, frente a nuestros hijos y delante del mundo,
con el poder del evangelio. Asimismo con el respaldo de una información
actualizada. Entonces podremos conmover corazones.
Amiga,
sé una mujer promotora de cambios. Perfecciona tu manera de amar, de pensar, de
enseñar, de conducir, de guiar y orientar a otros. Sobre todo procura que los
cambios que promuevas estén de acuerdo con la voluntad de Dios.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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