Señor, dame esa agua, para que
no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Juan 4:15.
La mujer estaba tan atónita por sus palabras
que colocó su cántaro sobre el pozo, y olvidando la sed del extraño y su pedido
de bebida, olvidando por qué había venido al pozo, quedó absorta en su
ferviente deseo de escuchar cada palabra...
Entonces Jesús cambió bruscamente el tema de
la conversación, y le ordenó a la mujer que llamara a su esposo. Ella respondió
francamente: “No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido;
porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto
has dicho con verdad” (Juan 4:17, 18).
Según se revelaba su pasado ante ella, la
mujer temblaba. Se despertó la convicción por el pecado. Dijo: “Señor, me
parece que tú eres profeta” (vers. 19). Y entonces, para cambiar la
conversación a otro tema, intentó conducir a Cristo a una discusión sobre sus
diferencias religiosas...
La convicción del Espíritu de Dios había
llegado al corazón de la mujer samaritana... Ninguna enseñanza escuchada hasta
ese momento había estimulado su naturaleza moral y despertado en ella la
sensación de una necesidad superior.
Cristo leyó debajo de la superficie, y le
reveló a la mujer de Samaria la sed su propia alma; algo que el agua del pozo
de Sicar jamás podría satisfacer...
La sed natural de la mujer de Samaria la
había llevado a una sed del alma por el agua de vida...
Habiendo olvidado qué propósito la había
traído al pozo, la mujer dejó su cántaro de agua y se fue a la ciudad, a
decirles a todos los que encontraba: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho
todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (vers. 29).
Las cisternas de la tierra a menudo están
vacías, sus estanques se secan; pero en Cristo hay una fuente viva de la que
siempre podemos sacar... No hay peligro de agotar su contenido; porque Cristo
es la fuente inagotable de la verdad. Él ha sido la fuente de agua viva desde
la caída de Adán. Él afirma: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan
7:37). Y añadió: “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás;
sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para
vida eterna” (Juan 4:14) – Signs of the Times, 22 de abril de 1897.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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