A
lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Juan 1:11.
En ocasión del primer advenimiento de
Cristo, que aparentemente pasó inadvertido, los ángeles del cielo a duras penas
pudieron contener su deseo de derramar sus glorias para celebrar el nacimiento
del Hijo de Dios. Las gloriosas manifestaciones del cielo no fueron enteramente
restringidas. El maravilloso evento no careció de algunas evidencias de
carácter divino. Ese nacimiento, para el cual no se hizo preparación en la
tierra, fue celebrado en los atrios celestiales con alabanza y acciones de
gracias en favor de los pecadores...
Aquel que vino en carne humana y se sometió
a una vida de humillación era la Majestad del cielo, el Príncipe de la vida;
pero los hombres sabios de la tierra, los príncipes y los gobernantes, e
incluso su propia nación, no lo conocieron. No lo reconocieron como el tan
anticipado Mesías. A pesar de los poderosos milagros obrados ante ellos en él,
a pesar de que abrió los ojos de los ciegos y resucitó a los muertos, Cristo
sufrió el odio y el abuso del pueblo que vino a bendecir. Lo tomaron por
pecador y lo acusaron de echar fuera los demonios por medio del príncipe de los
demonios. Las circunstancias de su nacimiento fueron misteriosas y comentadas
por los gobernantes. Lo acusaron de haber nacido en pecado. El Príncipe del cielo
fue insultado por las mentes corruptas y la incredulidad pecaminosa y blasfema
de su pueblo. ¡Qué maligna cosa es la incredulidad! Se originó con el primer
gran apóstata, y en el rechazo del Mesías por parte de los judíos se aprecia
cuán terriblemente lejos conduce a todos los que caminan en ella...
Los dirigentes de Israel profesaban
comprender las profecías, pero habían albergado ideas falsas con relación a la
forma en que Cristo vendría...
El mismo que murió por los pecadores habrá
de juzgarlos en el último día; porque el Padre “todo el juicio dio al Hijo”, y
le “dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre” (ver Juan
5).
¡Qué día será cuando los que rechazaron a Cristo contemplen a Aquel que fue
traspasado por sus pecados! Entonces sabrán que él les ofreció el cielo todo con
la única condición de colocarse de su parte como hijos obedientes; que él pagó
un precio infinito por su redención, pero que ellos no aceptaron la libertad de
la mortificante esclavitud del pecado. Ellos eligieron colocarse bajo el
estandarte negro de la rebelión hasta el cierre de la hora de misericordia
–Review and Herald, 5 de septiembre de 1899.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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