Ya no será el sol tu luz durante el día, ni con su resplandor te
alumbrará la luna, porque el Señor será tu luz eterna; tu Dios será tu gloria.
Isaías 60:19
Nada
tan hermoso como el amanecer, excepto un bello atardecer. Cuando llega la
aurora, el cielo se matiza de colores dorados y ocres que parecen salidos de la
paleta del Artista divino. La frescura del aire matinal penetra los sentidos y,
al ser transportadas en las alas de la imaginación, podremos en ocasiones
captar una vislumbre de la patria celestial. El amanecer es sinónimo de vida.
La naturaleza despierta, las aves elevan sus trinos y los humanos reiniciamos
las faenas inconclusas. El amanecer nos pone en acción, genera dinamismo y
alegría.
Por
otro lado, el atardecer es un espectáculo que arroba el alma y cautiva los
sentidos. La mano de Dios diseñó los colores del atardecer. Rojos intensos en
la línea del horizonte con los que se despide el sol. El aire se hace fresco y
se llena de fragancias húmedas, como cuando la tierra recibe la lluvia
generosa. El atardecer que nos ofrece descanso y paz, es a la vez la promesa
más segura de un nuevo amanecer. El espíritu entra en un recogimiento que nos
acerca a Dios, ante quien nos inclinamos reverentes en muestra de gratitud. ¡El
amanecer y el atardecer son dos alegorías de alabanza y gratitud al Creador!
Nosotras
somos hechura de Dios. Algunas de ustedes quizá estén en el amanecer de la
vida, otras ya hemos entrado al atardecer de la existencia. Sin embargo, todas
somos poseedoras de una belleza singular y somos expresiones del amor de Dios.
Las jóvenes que están en el amanecer de la vida son promesas por cumplir.
Las
mujeres adultas que están en el atardecer de la existencia, son como promesas
cumplidas. Las jóvenes son el génesis de la existencia humana; mientras que las
damas adultas son como el epílogo de los buenos libros: en ellas se encuentra
la mejor lección.
Mujer
joven, ¡despierta! Tienes mucho que hacer. Levántate con la naturaleza y alaba
a Dios. Trabaja, aprende, prepárate. Tienes el tiempo y la lozanía de la
juventud a tu favor. Si acaso estás en una etapa madura, piensa que eres la
reina del atardecer. Podrás invitar al descanso e infundir paz a los que te
rodean. Reposa en los brazos de tu amante Señor y retoma nuevas fuerzas para
continuar con la misión de tu vida, de manera que cuando el sol se ponga en tu
día, entres en la alegría del eterno amanecer.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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