Olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está
delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece.
Filipenses 3:13-14
Una
vida sin motivos es algo sin sentido. Quien no descubra cuál es la misión de su
vida, caminará perdido por los laberintos de la existencia humana.
Puede
incluso sentir hastío de sí y no soportará los triunfos y éxitos de los demás.
Los
propósitos son los que marcan la ruta, son los motores que se encienden cada
mañana al despertar y nos impulsan a trabajar con ahínco; la fuerza de la
existencia y el deseo de vivir se encuentran en ellos.
Cuando
Dios colocó a Adán en el Edén, tenía propósitos bien definidos para él:
“Dios
el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y
lo cuidara” (Genesis 2:15). Dios creó un entorno especial para Adán y le
encomendó una tarea; esto pasó a constituir una parte de la razón de su
existencia. Lo mismo ha hecho Dios con nosotras. Nos creó, y nos encomendó una
misión. Nuestra tarea consiste en descubrir la razón de nuestra existencia.
Cuando lo conseguimos, somos como el buen árbol que da frutos deliciosos y que
cobija en sus ramas a las avecillas del campo y a su sombra al caminante
cansado.
Los
propósitos más buscados deberían ser aquellos que en todo tiempo y
circunstancia glorifiquen a Dios. La búsqueda de conocimiento, de prosperidad
material y de éxito profesional, son motivos santificados cuando los ponemos en
las manos de Dios. Sin embargo, el egoísmo puede hacer que perdamos de vista el
hecho de que todo lo que Dios nos provee como un bien, debe ser usado también
en beneficio de otras personas. Si lo ignoramos, caeremos en la frialdad, y
finalmente una sensación de vacío existencial podría hacer presa de nosotras.
Amiga,
hoy es un buen día para que revises los propósitos de tu vida. Si descubres que
no están en orden, vuelve a definirlos. Compra el colirio del Cielo para que
puedas ver con claridad lo que tienes frente a ti. Toma fuerzas en la oración y
en la lectura de la Palabra de Dios, y con paso firme y decidido avanza.
Di,
como el apóstol: “Sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios
ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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