martes, 27 de agosto de 2013

¿ESTÁS ACTUALIZADA?


La mujer que teme al Señor es digna de alabanza. ¡Sean reconocidos sus logros, y públicamente alabadas sus obras! Proverbios 31:30-31

Cada día surgen más expectativas en tomo a quienes nos ha tocado vivir en esta época, con todas sus implicaciones. Por dondequiera que vayamos, la gente espera que actuemos de acuerdo a las condiciones que imperan en el momento actual.

Claro está, los parámetros van a diferir de acuerdo a la sociedad y a la cultura de referencia. No obstante, nosotras, las hijas de Dios, deberíamos preguntarnos qué parámetros son los que debemos observar con respecto a la realidad imperante, aunque sin fallarle al Señor.

Sin lugar a dudas, el papel de la mujer en la sociedad ha sufrido cambios fundamentales, y muchas nos hemos sumido en una especie de confusión que nos impide dar lo mejor de nosotras mismas. El mundo feminista proclama a voz en cuello la liberación de la mujer del yugo del varón, y entra en una pugna infructuosa, aunque es conveniente enfatizar que no podremos obtener la superación y el reconocimiento que deseamos mientras imitemos conductas varoniles impropias.

Por supuesto que las hijas de Dios deberíamos vivir en armonía con lo que la vida moderna nos exige. Debemos ser mujeres en constante desarrollo personal para encontrar sabiduría y conducirnos apropiadamente en este tiempo mientras que lo femenino pierde su valor. No debemos despreciar las características de nuestra naturaleza, porque son un don de Dios para nuestra felicidad y realización.

Tenemos el deber de transmitir a las más jóvenes la imagen de que somos cristianas felices y realizadas, sin tener que usurpar ni desear las funciones masculinas.

Debemos esforzarnos con todo empeño en formar familias felices. Este esfuerzo debe estar dirigido a nosotras mismas. No intentemos parecemos a otra persona, ni siquiera para demostrar a los hombres que podemos hacer las cosas mejor que ellos. El apoyo masculino siempre será necesario y debemos buscarlo intencionalmente.

Únicamente recibiremos aprobación o desaprobación de parte de nuestro Dios.

Sin embargo, recordemos que él nos dará todo lo que haga falta. Ese es el gran consuelo y aliciente que podemos recibir a diario, si lo demandamos a Dios con fe y sinceridad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado

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