Lugar: Inglaterra
Palabra de Dios: Jeremías 33:8
Notando
una delgada capa de polvo sobre la silla del restaurante, M. Cecil Booth sacó
su pañuelo. Pero, en lugar de quitar el polvo con el, puso el pañuelo sobre el
asiento. Luego, inclinó su cara muy cerca de él, y succionó con fuerza.
El
señor Booth comenzó a toser, cuando el polvo voló por el aire y se le metió por
la boca. Los otros clientes se dieron vuelta, para ver qué pasaba. ¿Qué estaba
haciendo, aspirando el polvo? ¿Estaba loco?
Pero,
el señor Booth estaba satisfecho con el resultado. Su pañuelo había recogido
una parte del polvo; podía darse cuenta por el círculo de manchas negras. Salió
del restaurante habiendo probado que la succión era una manera de quitar el
polvo. Y así se desarrolló, en su mente, la idea de la aspiradora.
Su
primera aspiradora, construida en 1902, era una máquina grande, montada sobre
ruedas de carro. Quienes la manejaban, estacionaban en la calle y hacían pasar
largas mangueras de hasta 240 metros por las ventanas. Qué manera interesante
de deshacerse de la tierra de la casa. Los vecinos siempre sabían cuando
alguien estaba limpiando.
Ahora,
las aspiradoras son mucho más portátiles; quizá tengas una en tu casa, para
aspirar el polvo. Pero ¿cómo puedes quitar la suciedad de tu vida? ¿O dejas que
quede allí, y se junte?
Dios
está dispuesto a “aspirar” los pecados de nuestras vidas. Él dice: “Los
purificaré de todas las iniquidades que cometieron contra mí; les perdonaré
todos los pecados con que se rebelaron contra mí”. No necesitas vivir con
suciedad. Invita a Dios a que limpie tu vida.
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