Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvado, porque tú eres mi
alabanza.
Jeremías 17:14.
El
dolor por la terrible traición de Hilda había llegado a ser insoportable para
Fouke, pero el ángel le había anunciado que existía un remedio. Fouke
necesitaría el milagro de los ojos mágicos, un par de lentes prodigiosos que le
permitirían ver hacia atrás, hasta el momento en que se inició su dolor, y
percibir a Hilda no como la esposa cruel que lo había traicionado, sino como
una mujer débil que lo necesitaba. Esta manera nueva de ver las cosas iniciaría
el proceso de curación.
Al
principio Fouke no creía que fuera posible, pero se sometió a la voluntad del
ángel.
Al
ponerse los lentes y mirar hacia atrás empezó a percibir a su esposa como nunca
antes.
Hilda
no era un monstruo. Era una mujer buena pero débil y necesitada. Cada vez que
Fouke miraba hacia atrás con los lentes prodigiosos, el ángel llegaba y le
quitaba una piedrecita.
Conforme
Fouke empezó a ver a Hilda con sus nuevos ojos, poco a poco, en su corazón
nacía un nuevo sentimiento de respeto y de afecto por ella.
El
milagro del perdón se inicia cuando Dios nos da la capacidad de ver a nuestros
enemigos, no a través de los lentes del odio, sino a través de los lentes de la
gracia; cuando los separamos del mal que nos hicieron. Del mismo modo, Dios
quita nuestros pecados y los pone sobre Cristo Jesús, y no nos mira a través de
la lente de nuestra maldad. Esta nueva percepción de nuestros enemigos nos
ayuda a ver quiénes son en realidad. No son monstruos, sino personas débiles,
falibles y necesitadas de nuestra ayuda más que de nuestro odio. Esta nueva
percepción hace posible que en nuestro interior surja un nuevo sentimiento hacia
ellos y renunciemos a la venganza.
El
perdón es como una intervención quirúrgica en el corazón que quita el dolor,
libera nuestra memoria del pasado y nos ayuda a mirar con gozo y confianza
hacia el futuro. El perdón no depende de la actitud del ofensor. Es algo que
ocurre en el corazón del ofendido.
Es
salud para él. Si el ofensor está dispuesto, podrá beneficiarse de una
reconciliación.
El
ofendido, sin embargo, siempre ha sido libre para sanar.
Puede
ser que hayas vivido con el peso del odio y el deseo de venganza torturándote
el corazón. ¿Por qué no pedir a Jesús los lentes prodigiosos en este momento?
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